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Joaquín Rábago

Orgullo feminista

El perfil de mujer que gusta a las empresas

He podido sentirme orgulloso de este país al ver cómo las principales televisiones extranjeras ofrecían el otro día en sus principales noticieros imágenes de las manifestaciones feministas del pasado viernes en Madrid y otras ciudades españolas.

Cientos de miles de mujeres llenaron las calles y plazas; sus gritos de que no hay vuelta atrás en esa lucha pudieron oírse decididos y fuertes en todas partes. Y los medios de todo el mundo se hicieron cumplidamente eco de ello.

Gritos de mujeres de distintas generaciones contra la violencia sexual, contra la explotación laboral, contra la continua discriminación en el trabajo, en las empresas, en las universidades, en el mundo de la ciencia, en los partidos y sindicatos, en todos los ámbitos de la vida.

¡Qué insultante para ese movimiento el informe elaborado por la multinacional PwC para la patronal española en el que se trataba de explicar la llamada "brecha salarial" por "las diferencias en los rasgos psicológicos y habilidades no cognitivas" entre los sexos!

Rasgos como la diferente "propensión a asumir riesgos y a negociar, que pueden afectar a los salarios" de unos y otros, según explicaba ese informe. ¿Asumir riesgos como los de tantos machos alfa que tantas veces han conducido a nuestro mundo al desastre?

Y en cuanto a la negociación, ¿no es una virtud frente a la tan varonil imposición, una virtud de la que tan necesitados estamos tanto el mundo de la empresa como el de la política?

Las mujeres negocian supuestamente peor sus contratos, pero ¿no es ello mismo consecuencia de la desigualdad de partida, que es lo que habría que corregir?

Parece claro qué tipo de mujer les gusta a esos empresarios: mujeres que sean como ellos, que sepan desenvolverse bien en medio del machismo dominante, que demuestren que muchas veces hay que pisar cabezas para conseguir los objetivos.

Está también claro que esa parte machista, fuertemente machista, todavía por desgracia mayoritaria de nuestra sociedad y que en el campo de la política no se limita a los partidos de nuestra derecha no va a renunciar tan fácilmente a las posiciones que ahora ocupa.

Pero es necesario y urgente un cambio decidido de nuestras prioridades y por supuesto también de mentalidad, eso que parece costarle tanto a la patronal, si queremos todavía salvar el planeta para las próximas generaciones.

La principal contribución a esa lucha tan necesaria como urgente será sin duda la de todas las mujeres. Y la presencia entusiasta de tantas jóvenes, estudiantes y trabajadoras, en las manifestaciones del otro día parece augurar lo mejor.

Sólo cabe esperar que el 28 de abril actúen en consecuencia. Porque de nada sirve protestar ruidosamente en las calles contra el machismo imperante si el día de las elecciones las que más se desgañitaron el viernes se quedan en casa, convencidas de que ningún partido las representa. Ellos sí tienen y saben a quién votar.

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