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La historia de nunca acabar

La urgencia de oír a las mujeres, analizar sus realidades y respetar sus sueños

Si yo fuese Dios y tuviese el secreto,

haría un ser exacto a ti;

y lo probaría a la manera de los panaderos cuando

prueban el pan, es decir, con la boca?

("Me basta así". Ángel González)

Decía mi güela Benigna, a la cual amé con todo mi ser: "Vaya hombre más guapu y más bueno tengo", y añadía? "Nunca me pegó". Y es verdad que mi güelu Velo lo era. Un hombre, si hombre es, tiene que adorar a las mujeres y tratarlas como diosas, porque diosas son. Ellas nos han dado la vida, ellas nos han dado la teta, nos han cambiado los pañales y los han lavado cuando eran de tela, y siempre se han preocupado por nuestro futuro, por los deberes diarios, por que los pantalones estuviesen remendados, y por que el desayuno estuviese calentito en la mesa, y la comida en el plato y también la cena. Esa es la Asturias de la que venimos, una sociedad matriarcal que sin el trabajo y el economato de las mujeres se hubiera ido al carajo, porque no hubiésemos sobrevivido.

Muchas de ellas no tuvieron la oportunidad de estudiar, porque era tarea reservada para hombres. Muchas fueron toda su vida amas de casa, las reinas del optalidón, haciendo de tripas corazón, sacrificando el presente por un futuro mejor. Muchas nunca tuvieron un salario, pero eso no significa que su trabajo no tuviese un valor inestimable, porque sólo el necio confunde el valor con el precio. Y en esa España, había que aguantar la visión cicatera que consistía en decir que la mujer proviene de la costilla del hombre. La religión siempre ha discriminado a las mujeres, es una realidad innegable, pero lo peor es que nuestra democracia aún las discrimina. Algunos hechos saltan a la vista: las mujeres en España poseen un nivel de educación superior al de los hombres y sin embargo tienen una inserción laboral mucho menor (13%); las mujeres sufren más el desempleo y poseen empleos de peor calidad; están penalizadas por el hecho de ser madres y tienen que dedicar mucho más tiempo a las labores domésticas; poseen un nivel de remuneración inferior para el mismo tipo de trabajo, un menor desarrollo profesional y cuando miran al cielo ven el techo de cristal. Además, tienen que soportar una violencia machista que las maltrata, las mata y las viola. Sobran piropos de encofrador y el trato vejatorio de algunos hombres que pertenecen a la estirpe del cerdolí.

Creo que siendo mujer no se puede ser otra cosa que feminista, porque todavía existen muchos hombres que no dan la talla, que desean mantener una sartén que ya no tiene mango. ¿Cómo se puede llamar a las defensoras de la igualdad "feminazis"? Aparte de ser de mal gusto, es fascista: es blanquear a los nazis. Ser feminista no impide ser femenina, ni implica odiar a los hombres. Significa construir una sociedad basada en la educación y en el respeto, que pone a las mujeres en la cúspide, porque solo ellas albergan la vida. Las sociedades más desarrolladas las miman, como hacen las manadas de lobos con las hembras, los cachorros y los viejos. Deberíamos aprender la lección de estos animales tan inteligentes.

Lo mejor que le puede ocurrir a un niño es ser amado por las mujeres de su entorno, porque si esto ocurre, no podrá ser otra cosa que eternamente feminista cuando se convierta en hombre. Creo que he sido muy afortunado en este sentido. El feminismo no debería tener ideología política, pero obviamente, cuando oigo a los líderes de la derecha conservadora y ultramontana, que parecen sacados del siglo XV, me avergüenza que se digan liberales. Nada más lejos de la realidad. La filosofía liberal respeta ante todo las diferencias y no rebate ideas que deberían ser axiomas. Me extrañaría incluso que Marine Le Pen mantenga este tipo de propósitos. Esto en Francia simplemente no se permitiría: "liberté, egalité, fraternité". No gastemos ni un segundo en justificar lo injustificable. Solo cuando desaparecen los gradientes, el régimen transitorio se convierte en permanente. Pero todavía estamos muy lejos del equilibrio. Pongámonos manos a la obra. Para ello, tenemos que oír a las mujeres, analizar sus realidades y respetar sus sueños. Será beneficio para todos. Como dijo una abuela: "lo que no tuve para mí, espero que lo tengáis vosotras".

Es verdad que si no nos apoyamos nos caeremos, pero dicho esto: ¡Caña al mono que es de goma! ¡Vivan las mujeres y vivan sus hormonas! ¡Vivan las ondas gravitacionales! ¡Y que se fastidien los idiotas! Esta es la historia de nunca acabar. Dice un refrán venido de tierras extrañas: "Pega a tu mujer todas las mañanas, y si no sabes por qué, ella lo sabrá". ¿Es este el país que anhelamos? Está bien como panfleto irónico y provocador (de Patrick Gofman), que ustedes pueden comprar por el módico precio de 9 euros, pero nada más. ¡Me basta así!

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