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La sartén por el mango

El papel de las Fuerzas Armadas en Venezuela

Borges decía de los peronistas que no eran buenos ni malos sino simplemente incorregibles. Los chavistas son gente a la que hay que suponer buenas intenciones pero han demostrado una impericia total al manejar el destino de Venezuela. Durante los años que llevan mangoneando han conseguido que un país que posee las mayores reservas de petróleo haga colas en las gasolineras y que esté matando de hambre a sus ciudadanos que, sin comida, medicinas y otros productos básicos no tienen otra salida que pasarlo muy mal o emigrar. Algunos con dinero han venido a España o Portugal (en especial a Madeira) y otros, que no lo tienen, están creando graves problemas de acogida a países vecinos como Colombia, Brasil, Ecuador y Perú. Tres millones de refugiados sobre una población de 32. Ya digo, no es maldad sino incompetencia y yo prefiero a un malvado que a un tonto, porque éste nunca sabes lo que va a hacer.

Mientras el petróleo dio dinero la cosa funcionó porque el gobierno lo repartía con generosidad entre las clases más humildes, gentes de las que antes nadie se había ocupado en Venezuela, en tanto que iniciaba una deriva autoritaria hacia "el socialismo bolivariano" que tanto admiran Pablo Iglesias y los suyos, y que una oposición dividida denunciaba pero que no podía detener por sus divisiones internas y porque los pobres votaban al régimen que les daba de comer. Mientras, el gigante petrolero PDVSA, con cuyos beneficios se costeaba el despilfarro de subvencionar sin crear riqueza, se descapitalizaba progresivamente y se quedaba sin medios para mantener una tecnología moderna o para iniciar nuevas prospecciones que sustituyeran a las que se iban agotando. Ante la baja de la producción (y de la recaudación), el gobierno acusó de ineptitud a los dirigentes de la petrolera y los sustituyó con militares y otros paniaguados ignorantes que solo agudizaron la crisis. El resultado es que hoy la producción de petróleo ha bajado de 3 millones de barriles/día a poco más de un millón y con el precio (75 dólares) lejos de los 100 que llegó a alcanzar hace unos años se han creado las condiciones ideales para una tormenta perfecta en Venezuela.

La situación ha llegado a un punto en que lo que comenzó como una crisis local se ha convertido en regional por causa de los refugiados, y en internacional por la alarma mundial ante lo que está sucediendo. La crisis local estalló cuando la oposición rechazó por fraudulenta la reelección el pasado año de Nicolás Maduro (que no tiene ni de lejos el carisma que tenía Hugo Chávez) y se unió en torno al presidente del Parlamento legítimo del país, que se proclamó presidente al amparo de los artículos 232 y 333 de la Constitución. Hoy en las calles de Venezuela se enfrentan los partidarios de los dos presidentes que se disputan la legitimidad y el poder: Maduro y Guaidó.

La crisis regional estalló con el problema de los refugiados en los países vecinos y cuando 14 de los 16 países reunidos en el llamado Grupo de Lima reconocieron a Guaidó como legítimo presidente de Venezuela. El chavismo tiene en su contra el cambio de tendencia estos últimos años en Latinoamérica hacia gobiernos de signo más conservador (Chile, Brasil, Colombia, Perú, Ecuador...). Solo le apoyan de Bolivia, Cuba y Nicaragua. La crisis internacional la desencadenó Estados Unidos al reconocer a Guaidó como presidente legítimo, endurecer las sanciones contra el chavismo (personales y económicas, embargando cuentas petroleras en los EE UU) y amenazar incluso con una intervención armada, algo que cabe interpretar como una bravata más de un presidente que tiende a hablar antes de pensar en las consecuencias de lo que dice, y cuya posibilidad fue inmediatamente rechazada por todo el mundo. Los países europeos, encabezados en esta ocasión por España, dieron a Maduro el plazo de una semana para convocar elecciones antes de acabar reconociendo también a Juan Guaidó como presidente de un país que ahora tiene dos presidentes y dos parlamentos mientras se muere de hambre y el régimen rechaza la ayuda humanitaria internacional.

Hoy hay tres iniciativas diplomáticas sobre la mesa para tratar de resolver el problema: la del Grupo de Lima y los EE UU, que solo reconocen a Guaidó y piden la retirada de Maduro; la del Grupo de Contacto de Montevideo (sobre todo México y Uruguay) que pide diálogo entre Maduro y Guaidó; y la de la Unión Europea que cree que ya no hay margen para el diálogo y pide elecciones limpias y transparentes para resolver la situación. La Iglesia Católica, escarmentada de recientes experiencias, no estima que se den las condiciones para la mediación que le ha pedido Maduro, que por su parte cuenta con el apoyo de Rusia (para crearle problemas a EE UU en su vecindario) y de China, que ha metido últimamente mucho dinero en Venezuela y no lo quiere perder. Ambos países han vetado una intervención del Consejo de Seguridad sobre esta crisis.

La comunidad internacional probablemente no esperaba esta capacidad de resistencia por parte de Nicolás Maduro, basada tanto en los apoyos de Rusia y China como, sobre todo, de unas Fuerzas Armadas que se han enriquecido de mil formas con el chavismo estos últimos años (incluido el narcotráfico), que temen por el futuro a pesar de los ofrecimientos de amnistía de Guaidó, y que están controladas por los eficaces servicios de Inteligencia cubanos. Ellas, las Fuerzas Armadas, tienen la sartén por el mango y tendrán la última palabra en esta situación tan lamentable.

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