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Camilo José Cela Conde

Dueños de la patria

Los políticos de Israel, el País Vasco y Cataluña que quieren decidir quiénes son ciudadanos

Benjamín Netanyahu, el presidente israelita candidato a repetir su cargo por el partido conservador al que pertenece, el Likud, ha reaccionado ante las encuestas que no le son favorables sosteniendo que el Estado de Israel no pertenece a todos sus ciudadanos sino sólo a los judíos. Intenta así recabar el voto de quienes se ven amenazados por la minoría árabe. Ni que decir tiene que sus palabras han sido muy mal recibidas tanto fuera como dentro del Oriente Próximo. Los editoriales y las columnas de opinión se han cebado en lo que se considera una postura cercana a la de los totalitarismos que llevaron a Europa al caos y a la guerra a mediados del siglo XX. Pero me pregunto qué diferencia hay entre la afirmación supremacista de Netanyahu y lo que, desde Sabino Arana, se sostiene respecto de la supremacía -incluso genética, con el famoso RH negativo por medio- de los vascos. La idea es la misma: la de la existencia de "verdaderos vascos" frente a "maketos" que, sobre ser diferentes, resultan inferiores en cuanto a derechos de ciudadanía. Se podría creer que Xabier Arzallus enmendó semejante postura racista al afirmar que él prefería a un negro-negro que hablase euskera a un blanco que no lo hiciera pero en realidad se trata de llevar la supremacía desde el terreno étnico al lingüístico. Con una interesante secuela; la que aparece sin más que comprobar cuántos de los vascos actuales, tanto de nacimiento como de residencia, hablan euskera y cuántos no.

El fenómeno de proclamar dueños de la patria a una parte -a menudo menor- de los ciudadanos basándose en claves de las que tanto gustan a los nacionalismos se repite en la Cataluña del proceso soberanista. Cada vez que Mas, Junqueras, Puigdemont o Torra hablan de "la voluntad del pueblo" dejan de lado el hecho, sin duda menor para ellos, que se trata de la voluntad de menos de la mitad de los catalanes. Los entresijos de las leyes electorales y de los reglamentos parlamentarios llevan a que quienes quieren formar gobierno en España disimulen frente a afirmaciones racistas de ese estilo pero no por ello dejan de contaminar lo que se supone que es el fundamento mismo de la democracia: quiénes tienen derecho a la condición de ciudadanía. Cuando tanto se agita el árbol reclamando diálogo político en vez de aplicación de las leyes, sería bueno que los aspirantes a dialogar dejasen claro cuál es su postura respecto de esa cuestión esencial.

Al cabo, la clave política esconde un fundamento antropológico que sigue vivo hoy. Un estudio del MIT de Harvard pone de manifiesto que la desigualdad en nuestras sociedades procede de la clase socio-económica y no de las separaciones geográficas o étnicas. Somos lo que queremos ser y lo manifestamos alejándonos del resto. Si quienes cuentan con el poder se enrocan en su condición de dueños de la patria excluyendo a los demás resulta muy fácil luego encontrar el argumento que permita transformar las diferencias ideológicas en barreras sociales.

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