El reciente ranking de bienestar de los municipios asturianos, que pone a Oviedo a la cabeza regional y a Gijón en segundo lugar a considerable distancia, es manzana sabrosa con gusano dentro. ¿Existe tanta diferencia entre ambas ciudades? A nivel de recursos educativos y sanitarios; en oferta de ocio y cultural; en condiciones de seguridad, derechos básicos o medio ambiente, ninguna.
Y si apuran, en alguno de esos indicadores la preeminencia gijonesa resulta más que evidente. ¿Cuántos festivales musicales y de qué calidad se celebran en una y otra ciudad?
¿Qué hay en Oviedo que no exista en Gijón para justificar esa desigualdad que señala el estudio realizado por especialistas de prestigio y presentado esta misma semana? Se me ocurre qué tal vez solo los beneficios que reporta la capitalidad en inversiones y empleo.
¿Cuántos funcionarios más reciben su soldada de la Administración regional allí que aquí?
Y una obviedad: Oviedo, Gijón, Noreña, Avilés y Ribera de Arriba, por arriba; Villanueva de Oscos, Degaña, Amieva, Yernes y Tameza e Ibias, a la cola.
Ocurre que los indicadores estadísticos que evalúan la calidad de vida lo que miden realmente es la cantidad de cosas.
Y en esa disponibilidad de bienes y servicios, el medio urbano siempre saldrá mejor parado que los territorios rurales. De manera que para mejorar el bienestar de los pueblos hay que poner más cosas a disposición de sus habitantes.