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Vida de perros

En Asturias hay más canes que bebés, niños y adolescentes

La noticia se las trae, es por eso que viene al pelo retorcerla. Se admiten todo tipo de explicaciones y conjeturas sobre el dato: "Durante los últimos diez años el censo de perros se ha incrementado en Asturias a un ritmo de diez mil al año hasta el punto que, ahora mismo, hay más canes en la región que bebés, niños y adolescentes". O lo que es lo mismo: en nuestra Comunidad Autónoma hay unas trece mil mascotas perrunas más que ciudadanos menores de 20 años.

Sorpresa mayúscula: el futuro de las pensiones está en manos -o, mejor dicho, en patas- de nuestros chuchos. ¡Nosotros preocupados por el relevo generacional y resulta que la solución está en casa o en el parque! Podemos ir inscribiéndolos en la Seguridad Social, porque al ritmo que va la cosa nos pueden salvar los muebles si los hiciéramos cotizar. Propuesta para el nuevo gobierno que venga: un ministerio animal para profundizar en el tema. Aunque mejor, olvidémoslo. No demos ideas, que después aparecen en cualquier mitin cocinadas y servidas como menú del día?

Que ningún animalista se me enfade. Tengo un respeto enorme por los animales pero, con perdón y sin que nadie se moleste, también me preocupan los desajustes sociales. Y creo que el principal, el más grave de todos, es el demográfico, que alcanza tintes dramáticos. No nacen niños y a mi me alivia poco que en su lugar nazcan perros.

No sé. Tengo la impresión de que deberíamos hacer un poco más por la conservación de nuestra especie y, de paso, por la calidad de vida futura de nuestros hijos. Ser un pelín más generosos, más atrevidos? ¡tener incluso un hijo de vez en cuando! La parejina, un perro y un bebé, por ejemplo.

Dicen que la soledad es uno de los grandes problemas de nuestro tiempo y que los canes cumplen una enorme función social al respecto. Además, no hay que pagarles colegios ni clases de inglés. Es decir, que es más barato ir al veterinario que al dentista a corregir la dentadura. Alguno me dirá que, además de ahorrar dinero, se ahorran disgustos porque los seres humanos nos frustramos mucho unos a otros. Sin embargo, con los perros no hay desengaños ni tampoco grandes decepciones, porque estas vienen dadas con los de la misma especie.

Pero cuidadín, que los cromosomas de la prehistoria están llenos de sorpresas. El paleontropólogo Juan Luis Arsuaga dice que tenemos muchos genes coincidentes con los de la mosca y que, incluso, compartimos con ella un pasado común. Es posible que estemos lejos de la hibridación, pero no tanto de un cambio de papeles: cuestión de roles.

En esta tendencia actual al aislamiento, mejor cada uno en su casa con su perro. Un ser sin el don de la palabra que nunca nos contradice ni molesta. Nos hacemos dueños de las situaciones en un discurso sin posible réplica a través de un monólogo que algunos tildaran de egoísta, pero que tan sólo busca afectividad sin compromiso ni implicación.

Ya sé? los animales no son incompatibles con la convivencia familiar. Todo lo contrario: la enriquecen y complementan con su presencia. Pero hay casos en que forman parte de ese individualismo que nos minimiza como individuos. No nos podemos conformar con tan escasa humanidad en nuestras vidas, por muy desencantados que estemos del mundo. ¡Mira que en algunas capas de la población ya son más numerosos que nosotros! Y de ahí a la supremacía no hay más que un paso.

Mientras adaptamos nuestros perros a las ciudades, estos datos chispeantes llaman poco más que a la caricatura desenfadada. Una curiosidad más de la época que nos ha tocado vivir. El problema empieza cuando estamos más cómodos con los perros que con nuestros semejantes y, sobre todo, cuando sentimos un gran alivio sustituyendo a estos por mascotas. Eso sí: como apostilla Mafalda, la lúcida criatura de Quino, falta por saber la opinión del perro. Sea como fuere, el vacío es benevolente e indulta cualquier hábito monótono. Incluso el de sacar a pasear humanos. ¡Vida de perros!

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