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Joaquín Rábago

¡Ojalá todo fuese así de sencillo!

Tras la última batalla territorial contra el llamado Estado Islámico

El presidente Donald Trump cantó el otro día victoria definitiva sobre el Estado Islámico (ISIS). Mostró a los reporteros un mapa en el que se veían las zonas que controlaban los yihadistas en Irak y Siria cuando él llegó a la Casa Blanca y lo comparó con otro con esas zonas en blanco. El califato territorial había sido eliminado, dijo el republicano, sin que pareciera importarle que mientras hacía su anuncio los aviones de la coalición internacional liderada por su país seguían bombardeando posiciones del ISIS.

Es posible que por fin se haya ganado la última batalla territorial contra el Estado Islámico y liberado el último reducto que controlaba, pero por desgracia eso no significa que aquel haya desaparecido. ¡Ojalá fuera así de sencillo! Las condiciones sociopolíticas y económicas que posibilitaron la expansión en Irak y Siria del más sanguinario de los grupos terroristas de ideología islamista no han desaparecido. Continúa el descontento entre las poblaciones de esos países casi totalmente destruidos por una invasión ilegal, en el primer caso, y una guerra civil con fuerte intervención exterior, en el segundo.

La profunda corrupción y la miseria reinantes, las continuas violaciones de los derechos más elementales, junto al alejamiento de las élites gobernantes de los problemas y sufrimientos de los ciudadanos fueron, y seguirán siendo, el mejor caldo de cultivo del salafismo yidadista.

Lo más probable es que, una vez perdido el territorio, el IS recurra otra vez a sus tácticas iniciales, a la guerra de guerrillas, y que intente de nuevo exportar su terrorismo a suelo europeo. Lo anunció hace ya cerca de dos años el entonces portavoz del Estado Islámico, Abu Mohamed al Adnani: eventuales derrotas no significarían el fin del ISIS.

El califato sólo caería derrotado cuando se consiguiese quebrar el espíritu de lucha de sus combatientes, aseguró entonces Adnani, quien hizo al mismo tiempo un llamamiento a "los soldados y simpatizantes de Europa y América" para que, en lugar de viajar a Oriente Medio, atacasen a los "infieles" allí donde vivían. "La más pequeña de las acciones que llevéis a cabo en vuestro país es para nosotros más valiosa que la mayor gesta aquí", proclamó el portavoz del ISIS, quien animó a sus seguidores a utilizar cualquier instrumento a mano: un arma de fuego, un cuchillo, un automóvil. Y ya vimos cómo algunos siguieron por desgracia sus bárbaras instrucciones.

Fuentes de los servicios de inteligencia occidentales creen que el movimiento sabrá adaptarse a las nuevas circunstancias y pasará a la lucha clandestina también en el desaparecido califato. En su apogeo, el ISIS invirtió en distintos negocios como empresas pesqueras iraquíes o el comercio de coches, lo que les permitió acopiar sumas importantes de dinero. Se calcula que aún dispone de más de 300 millones de dólares estadounidenses. En ningún caso se podrá bajar la guardia.

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