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La elección de Ciudadanos

La política española va camino de una mayor polarización

Según el Índice de Satisfacción con el País que elabora la agencia de investigación de la opinión pública MyWord, la política es el aspecto de España con el que los ciudadanos muestran mayor disgusto. Que los políticos han convertido la política en un gran problema en sí mismo es ya un lugar común entre los españoles. En su empeño por ocupar posiciones de poder y ser el centro de la vida colectiva, parecen haberse olvidado del encargo que tienen de atender los asuntos que conciernen a todos. La política de los políticos ha ocupado el lugar de la política de los ciudadanos. El proceso independentista catalán es el mejor ejemplo, pero no el único. La disputa partidista del poder es inevitable en una sociedad plural, pero si la democracia se reduce a eso deja de ser vista como una solución y su legitimidad, lógicamente, se pone en cuestión.

La situación política de España provoca aturdimiento. No debe sorprender que estando en juego decisiones críticas para nuestro futuro, sin embargo el interés de los españoles en la actividad preelectoral de los partidos haya disminuido levemente en las últimas semanas. En su actitud hay una mezcla de desdén hacia las pugnas internas por la confección de las candidaturas y la necesidad de tomarse un respiro para reflexionar sobre el voto, que en esta ocasión se presenta excepcionalmente incierto. Muchos electores están asimilando la experiencia del tramo final de la legislatura, que se abrió con la moción de censura y que alteró notablemente el tablero político. Los partidos no son los mismos.

El PSOE ha optado por cruzar sigilosamente la precampaña electoral, a la espera de que se rompan las hostilidades. Será entonces cuando podamos desvelar sus intenciones, pero sus guiños al centro indican que podría estar emprendiendo el camino de retorno, tras haber fracasado en el diálogo con los independentistas y una vez que cuenta con buenas expectativas gracias a la recuperación de un volumen importante del voto socialista fugado a Podemos. El PP de Pablo Casado es distinto al de Rajoy y se expone a un batacazo en toda regla, aunque no por ello quedaría sin posibilidad de encabezar una coalición de gobierno. Vox es una de las grandes incógnitas de estas elecciones. Compite por primera vez con opciones reales de formar un grupo parlamentario y podría tener influencia en la formación de una mayoría de derechas. La otra incógnita es el resultado de los partidos independentistas, que afectará a su competición política bilateral y revelará la firmeza de la apuesta soberanista entre los votantes catalanes.

Los partidos que concurren esta vez a las elecciones son nuevos, tienen otros dirigentes o han variado sus estrategias. Estos cambios exigen a los electores un esfuerzo extra para clarificar las alternativas a las que se enfrentan y emitir su voto. Una dificultad añadida para ellos es la disponibilidad de los partidos para llegar a pactos después de la votación. El PP, Vox, Podemos y los independentistas han fijado posiciones más o menos claras en torno a esta cuestión. El PSOE mantiene un elocuente silencio al respecto, pendiente del resultado electoral.

En un clima de indecisión y total incertidumbre, las encuestas apuntan a una victoria holgada del PSOE, que en principio le permitiría gobernar con Podemos y los nacionalistas o con Ciudadanos, aunque es igualmente posible que, ganando las elecciones, pase a la oposición. En este complejo panorama, el partido que se encuentra en un punto crítico de su evolución es Ciudadanos. Desde la moción de censura navega a contracorriente por la política española. Hubiera podido dejar caer a Rajoy y beneficiarse del probable desplome de su partido, pero primero se le adelantó el PSOE con la moción de censura y luego es Vox el partido que está recogiendo la mayoría de los votos que abandonan en desbandada al PP. A partir de la moción de censura el voto de Ciudadanos ha retrocedido. Su resultado, según las encuestas, será mejor que el obtenido en 2016, pero podría quedar lejos de las expectativas que tenía poco antes del relevo de Rajoy.

Ciudadanos aún se debate entre ser un partido bisagra o un aspirante a todo. Su elección es verdaderamente difícil. Se presenta como un partido liberal, centrista, conciliador, y un pacto con el PP y Vox lo arrastraría hacia un conglomerado con una identidad ideológica y un estilo político que no comparte, cuando su objetivo es imponerse a ambos. Un acuerdo con el PSOE, en las actuales circunstancias, sería para Ciudadanos una inmolación. El 40% de los votantes de ambos partidos es partidario de su colaboración en el gobierno y es la única fórmula que se vislumbra para romper la política de bloques, pero tropieza con la desconfianza, diferencias políticas sustantivas, unos intereses estratégicos opuestos y los compromisos adquiridos.

Ciudadanos ya ha optado. Si la posibilidad de un gobierno del PSOE y Ciudadanos está descartada de antemano, el destino inmediato de la política española es una división más acentuada y una mayor polarización. La perspectiva de empeorar la experiencia de la última legislatura debería llevar a la reflexión a los electores y a los dirigentes políticos.

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