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LNE FRANCISO GARCIA

Inclasificable Corín Tellado

Una región y una ciudad que no le han hecho aún justicia a una autora universal

Ni Asturias ni siquiera Gijón le han hecho justicia a Corín Tellado, de cuyo fallecimiento se cumplen hoy diez años y cuya existencia se asoma el sábado a las tablas del Jovellanos en una de las representaciones teatrales más esperadas de la temporada en la villa marinera. Sorprende que no hubiera en vida mayor agasajo para una escritora, pese a lo que pueda parecer, inclasificable; la autora más leída de la historia en español, por delante incluso de Cervantes; la que enseñó a enamorar durante décadas a generaciones enteras de españolas, que aguardaban impacientes en el kiosco la llegada de una nueva entrega de sus innumerable seriales.

Solo era un mujer que contaba historias, que las escribía, pero lo hizo por miles, y en una época en la que era preciso sortear con inteligencia a la censura. Corín, que le coló cientos de besos redondos a los agentes de la inquisición literaria del franquismo. En ese ejercicio, cuando lo explícito era tabú, manejó como nadie los hilos de la insinuación.

Devoradora de libros desde la infancia, de los clásicos franceses, de Dumas; le habría encantado, ella mismo lo dijo alguna vez, escribir "Los santos inocentes" de Delibes. Mujer de ningún hombre, solo de sí misma, murió viuda porque cuando pudo romper su matrimonio no existía el divorcio en España, y cuando tuvo carta blanca legal para hacerlo, "el sol había pasado ya por mi puerta y me quedé sentada en el banco de la estación".

Realmente no era una inocente pornógrafa, como la detalló Cabrera Infante, sino una mujer temperamental. Su obra literaria podrá encasillarse en un género, pero ella no.

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