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Clave de sol

La pasión es contagiosa

El ser humano en masa pierde peso específico

Alguna vez he escrito que la simple observación de los comportamientos sociales revela notables paralelismos con ciertas leyes físicas. Tomemos por ejemplo el principio de Arquímedes que podríamos formular, a la pata la llana, como que un cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje hacia arriba igual al peso del líquido desalojado.

Quiero decir que el modo de producirse del ser humano en sociedad modifica una parte de su individualidad para participar de los comportamientos sociales. Sobre todo, en momentos de masificación y enardecimiento por razón de objetivos comunes. Se dice que el ejemplo arrastra. No digamos en situaciones límite.

Es lo que llamaríamos la mística de la masa. Sin entrar en detalles, nada más ilustrativo para el caso que el ejemplo de las revoluciones. Por ejemplo, la francesa cuando las comadres tricotaban a la vez que se contaban las cabezas que caían en la guillotina. Toda pasión es contagiosa y no digamos el enardecimiento.

Cuando éramos jóvenes de la vieja Acción Católica, entonces multitudinaria como las Congregaciones Marianas en Asturias, donde militaba casi la totalidad de los jóvenes ovetenses, salíamos de aquellas asambleas dispuestos a conquistar el mundo o a marchar a tierra de infieles.

Sobre todo tras el vibrante canto final del himno de la Juventud con conceptos tan estimulantes como: "Heredero del historial hispano, / paladín, soy cruzado de la fe, / caballero español y cristiano, / por la causa del bien lucharé". Y no digamos con aquello de "Ser apóstol o mártir acaso / mis banderas me enseñan a ser".

Digo que salíamos dispuestos a morir por la causa incluso, si fuera necesario, devorados por un cocodrilo en el África central y misteriosa. Es verdad que días después, por el paseo por los Álamos o el Bombé con las chicas de aquel tiempo, se aplacaban un tanto los ímpetus heroicos que quedaban aplazados hasta la siguiente asamblea. Sería injusto decir que la experiencia no tuvo ningún consecuente, que los hubo, con aquellos meritorios fervorines de ocasión.

¿A qué vienen estos recuerdos de la ya lejana juventud? Pues a lo que tenemos a la vista con las elecciones generales. Siempre se dijo que la pasión quita conocimiento. Y es verdad. Entiendo yo que este chico figurín que nos preside ahora en España no tiene mucho dentro, pero lo que si tiene es una desmesurada estima de sí mismo.

Es un narciso con una tenacidad a prueba de bomba diría yo. De la derrota total, que daba pena de él abandonado de todos, resurgió como el ave fénix y dispuesto a vender España al precio que sea. Ahora está en la cresta de la ola y las encuestas lo dan ganador pese a que está dispuesto a desarmar la bolera. Espero y deseo que se equivoquen.

Lo que puedo asegurar es que los amigos supervivientes en la tertulia de café seguimos siendo cristianos pese a que tal condición va a requerir ahora la misma heroicidad que los creyentes de Roma en los tiempos de Nerón.

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