Como en cada convocatoria electoral, la primera escaramuza se dirime en los sintagmas nominales de los eslóganes de campaña. No parece que los gurús de los mensajes escuetos con chicha se hayan ganado el sueldo en esta ocasión. Qué escasa imaginación.
Los socialistas interpelan al elector, o no. "Haz que pase" y uno no acierta a discernir si los de Sánchez, muy poco agraciado, por cierto, en la fotografía de los carteles, pretenden que pase algo o que pase alguien. Me explico, con ese lema, en lugar de un partido político parecen un despacho de recepciones, tal que así: "Don Pedro, ha venido a verle doña Adriana"; a lo que don Pedro responde: "Haz que pase". Y pasa.
No le va mejor al PP de la mano de su "valor seguro". No hay forma de que la derecha se evada de su tradicional apego a la economía, como si sus candidatos cotizaran en Bolsa o fueran acciones del Ibex. Juegan los populares con la doble acepción de las palabras: el valor como precio y como coraje. Con el lío que tienen en Asturias, para votar a los de Casado hay que tener valor.
Ha comenzado la campaña electoral y se ha abierto la tienda de campaña, en la que cabe todo, desde recetas para acabar con el despoblamiento hasta ecuaciones complejas para garantizar el futuro de las pensiones sin tener que despeñar a los jubilados desde el monte Licabeto. El bombardeo no ha hecho más que comenzar, es la guerra. Pues más madera, que dirían los hermanos Marx astillando un tren del Lejano Oeste para dar tute a una partida de forajidos. Ay, Señor, haz que pase... pronto.
