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Bombas extranjeras

Días atrás unas "bombas extranjeras" destruyeron el hospital de Raif, en Yemen. Los niños, como viene siendo habitual, no libraron. Y eso que el hospital estaba bajo la tutela de Save de Children. Cayeron en combate sin combate cuatro rapacinos, y heridos otros tantos, o más, quién sabe. Hay guerras en la trastienda que ya no interesan, están olvidadas, lo decía el Papa Francisco en la estupenda entrevista con Jordi Évole. La del Yemen es una, sin ecos mediáticos, pero con un excedente de muertes que atufa, tantas que cuando sopla el viento del Este llega un olor a cadáver que nos quita el apetito. Y lo dijo también Francisco, cuando uno no le hace caso y potencia la guerra del vecino, que no se llame a engaño, es cuestión de tiempo, pero él la tendrá a la puerta de casa el día que menos se piensa. Francisco, me da que predicas en el desierto. La guerra es itinerante, se cuela por todas las ranuras y explota. Como explotó en la cara de los infelices el misil del hospital yemení.

¿Quién tiró el misil? Omito lo del aldeano por no frivolizar con el tema, Dios me libre, pero yo acuso, fueron los del club, los de siempre, que se apoyan unos a otros, y todos fans del vil metal, poderoso y mortífero caballero es, ya lo sabemos, y arrasa con todo, niños incluidos. Me preguntó si conciliarán el sueño los de la cadena que propician los baños de sangre y desolación. Aquel fantoche que decide la guerra desde el despacho, el militar de los muchos galones que aporta la estrategia, también desde el despacho, el que fabrica los misiles y se embolsa lo que no está escrito, el que se sube al avión y aprieta el botón sobre el objetivo que sale en pantalla como en un videojuego, y, hay que decirlo, los que miramos hacia otro lado.

Perdonen, son las ocho de la tarde, me voy a ver el telediario, es posible que... Ya de vuelta, no, no se dijo nada, ahora bien, si quiere le reproduzco la antología de la babayada de los candidatos a las próximas elecciones, o los goles que no metió Messi, o la debacle del Real Madrid, que ni defensa, ni media, ni delantera. Los niños yemeníes y otros muchos de otras latitudes olvidadas agotan sus últimas lágrimas porque la muerte les pisa los talones y ya no les queda ni siquiera el miedo. Ni nadie que se acuerde de ellos.

Estamos viviendo, lo cita Francisco, una tercera guerra mundial, con escenarios diversos. El planeta es un queso gruyere, cada agujero una guerra. Hoy toca a los débiles, pero ya seremos nosotros también débiles. ¿O estamos vacunados contra la irracionalidad de los misiles que nosotros mismos fabricamos? Las "bombas extranjeras" que matan chavales, con esa nomenclatura salen en los comunicados oficiales, son las bombas anónimas más conocidas del mundo.

No hace mucho, nuestra Ministra de Defensa salía al paso en defensa del desatino armamentístico. Con carita de no matar una mosca, nos decía que el gasto en armas es un "gasto social" porque genera puestos de trabajo. Lista la nena, claro, aunque usted y yo estaremos de acuerdo en que la muerte de los otros no es la mejor forma de crear puestos de trabajo. Sólo le faltó decir que las bombas cumplen misiones humanitarias.

Termino con un cordial saludo al Papa Francisco y rogándole que ruegue mucho por nosotros, porque esto, como dicen en Caso, no tien igua.

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