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Sol y sombra

La borroka electoral

Con la intolerancia violenta vuelven los peores fantasmas

La borroka vasca-catalana irrumpe en las elecciones más inciertas. Los escraches de Barcelona a la candidata del Partido Popular, y de Rentería y Bilbao, a Ciudadanos y Vox, con insultos y agresiones, son la prueba del veneno de la intolerancia que destila el nacionalpopulismo secesionista hacia quienes no piensan igual y defienden otras ideas. Desde luego no es para tomárselo a broma, ni siquiera resulta una graciosa novedad la insistencia de los agresores en tildar de fascistas a los agredidos, cuando son ellos los que recurren a las prácticas que los escuadristas del fascismo utilizaron históricamente contra sus adversarios políticos.

Ser español es un delito para la borroka vasco-catalana que sólo está dispuesta a admitir, por ahora, el mensaje publicitado del nuevo PSOE, que encuentra aliados circunstanciales en los independentistas catalanes y en los bilduetarras. Los viejos socialistas, en cambio, tuvieron que pagar con la vida de sus militantes los años de plomo en el País Vasco mientras personajes como Otegi eran los cómplices políticos de los asesinos. O mientras los jeltzales sacudían el árbol para que fuesen cayendo las nueces.

Todo está engrasado de manera que todo fluya. Sánchez se ha puesto de perfil y el alcalde peneuvista de Bilbao mantiene con una virtuosidad sonrojante que los ultras (Vox) provocan a los radicales de la borroka por el simple hecho de portar banderas españolas y dar un mitin en el bocho. Los agredidos se conformarán con que los agresores les hagan la campaña, sin embargo el asunto es tan grave que resucita los peores fantasmas del pasado: el de tener que volver a convivir con el fanatismo más virulento.

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