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Alberto Menéndez

Extraña campaña electoral

La mayor competencia ha radicalizado en exceso el debate

Entra la campaña electoral más extraña de los últimos años en su recta final. Mucho han cambiado los métodos, los mecanismos, la formas de actuación de los diversos partidos respecto a comicios generales de no hace demasiado tiempo. Así, que haya organizaciones políticas que eviten el contacto con los medios de comunicación que no consideran afines y se centren casi exclusivamente en las redes sociales para evitar que se cuestionen sus mensajes, sean estos reales o ficticios, es algo no solo novedoso sino también raro, muy raro, a la vez que poco aleccionador de acuerdo a las reglas más básicas de la democracia.

Por otro lado, lo sucedido en los últimos días con los debates televisivos es otro claro ejemplo de lo insólita que está resultando la actual campaña electoral. Todo el barullo informativo que ha rodeado a este asunto solo puede ser calificado como pintoresco y ridículo. Que durante varias jornadas, con unas trascendentales elecciones a la vista, lo más importante que estaba sucediendo en España fuera en qué cadena de televisión -si en la pública o en una privada- se iba a celebrar el encuentro entre los líderes de los principales partidos del país evidencia una preocupante falta de sentido común. Si para algo tan sencillo como debería ser esto se muestran incapaces de llegar a un acuerdo los mandamases de la política nacional, qué es lo que podrán esperar los ciudadanos cuando se aborden cuestiones realmente importantes para el país.

Los candidatos están más nerviosos que nunca. Por supuesto que hubo pasadas contiendas electorales muy tensas, pero, a diferencia de lo que sucede en estos comicios, el número de partidos con opciones a jugar un papel relevante era mucho menor. Nunca hasta ahora había habido cinco formaciones de ámbito nacional -al margen de las nacionalistas- con posibilidades de superar el 10 por ciento de los votos, lo que hace prever que haya un Parlamento muy fragmentado tras el próximo domingo. Y eso, la mayor competencia, ha radicalizado en exceso el debate electoral, ya mucho antes del inicio de la campaña.

Esa tirantez, ese extremismo, no sólo se aprecia en la discusión nacional, sino también en las disputas de carácter más regional y municipal. Y es así aunque lo que manda ahora es la rivalidad entre los líderes nacionales, los candidatos a la Presidencia del Gobierno de España. Esperemos que la animadversión entre unos y otros no vaya a más cuando comiencen a adquirir mayor protagonismo quienes aspiran a gobernar en el Principado y en los diversos municipios de la región.

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