La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mario Antuña

A la contra

Mario Antuña

Vengan de donde vengan

El empate en Tarragona es un fracaso, aunque se echen las cuentas del chándal de la suerte

Había un restaurante en Adeje colina arriba (Tenerife), desconozco si aún existe, que ofrecía como plato estrella un pollo picantón. Era un establecimiento pequeño, de una decena de mesas, pero con un éxito turístico abrumador. Ni el lugar ni el menú correspondían a su fama. El mejor recuerdo que tengo era un cartel detrás de la barra en el que se leía: "Cerramos a las diez, vengan de donde vengan". El mejor eslogan del éxito.

El partido del sábado en Tarragona era de tres puntos. De marcar distancia y muñeca floja hacia la canasta. Por el adversario y por la necesidad. Sin excusas. Un empate es un fracaso. Da igual que se echen las cuentas del chándal: este punto será bueno si se gana al Elche. Y si le sumamos los tres del Reus la carrera hacia la promoción es de color de rosa. Falso. No hay lugar ni tiempo para la complacencia. El Sporting ante el Nàstic fue el equipo que, sin el añadido picante de la intención de ganar, se vuelve insulso, desaborido. Tampoco es que el adversario jugara el partido de la temporada. Ni eso, circunstancia que agrava el mal sabor del empate. Ya sabemos, y no desvelamos secretos de cocina, que este Sporting es un equipo a media cocción, con ingredientes de diversos mercados que ofrece la sustancia justa (si somos generosos), que requiere doble hervor y extra de sal para intentar colmar el gusto de la afición en su particular carrera hacia la promoción del máster chef de Segunda. Sin más. Por eso, cuando los fogones no son atizados, se permite que conjuntos como el Nàstic crean ser lo que no han sido hasta ahora.

Un dato: al final de la primera parte, el Sporting había tirado una vez a puerta por cuatro de su rival. Va hacer falta más, mucho más. Habrá que poner mucho más en los fogones para alcanzar ese eufemístico objetivo de la promoción, como si fuese un triunfo en sí mismo (manda güevos). Sabemos que el gran mérito de José Alberto ha sido encontrar un aliño entre tantos ingredientes por cantidad pero tan pocos por calidad, para mantener viva la ilusión y darle algo de gusto al menú. Pero el cocinero del chándal de la suerte no debe bajar la presión de la olla, ni dejar de escoger cuidadosamente los próximos condimentos ante el Elche. Con doble de sal y de pimienta, si hace falta, contra toda prescripción facultativa. Seguimos creyendo porque hay mucha ilusión y ninguna alternativa. El empate con el Nàstic fue un fracaso. Era uno de esos partidos para ganar sin excusas, ni cuentas de la lechera ni mirar a otros resultados. La victoria en Tarragona habría mantenido a un partido la promoción, ahora se puso a cinco puntos. El Sporting ofrece un juego de pollo picantón que no pasa de menú del día con Chicote a punto de poner el grito en el cielo, a poco que falle la escasa comanda, sin los oropeles para creerse un buen restaurante, se echará otro triste cierre a una temporada más. Este equipo está muy lejos aún de poder ponerse el cartel del éxito: "Somos el Sporting, vengan de donde vengan, o vayamos a donde vayamos".

Compartir el artículo

stats