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Desconcierto de los electores

Las dos incógnitas que - quedarán despejadas el - domingo al anochecer

Al anochecer del próximo domingo sabremos, por fin, si ese alto porcentaje de indecisos ( casi el 40 por ciento del censo electoral) de que nos hablan los sociólogos se refería a los que dudaban en entregar su voto a uno u otro partido, o, por el contrario, a ese sector de la ciudadanía que no tenía muy claro si debería optar por la abstención a falta de una opción política convincente y plenamente satisfactoria. Y también sabremos, por fin, cual era el porcentaje de votantes de extrema derecha que vivía confortablemente instalado en las filas del Partido Popular hasta que encontró mejor acomodo en Vox, un partido al que sus máximos dirigentes gustan de definir como un "movimiento" ( nacional, por supuesto). Un porcentaje que se sospechaba muy alto dada la filiación franquista de sus fundadores, empezando por el más destacado de todos ellos, Manuel Fraga Iribarne , al que algunos historiadores le atribuyeron el mérito enorme de haber reconducido a la democracia formal a los partidarios ( y beneficiarios ) de la dictadura. Esa tropa de clase media a la que Felipe González, en más de una ocasión, definió certeramente como "franquismo sociológico".

Así pues, al anochecer del domingo próximo quedaran despejadas, en cierto sentido, esas dos incógnitas y sabremos, por fin, si habrá mimbres para formar un gobierno de coalición de centro izquierda (PSOE y Podemos, con apoyos previsibles de PNV y Esquerra Republicana). O , por el contrario, un gobierno de derechas (PP y Ciudadanos, con apoyos de Vox como en Andalucía).

La posibilidad maliciosamente explicitada por Pablo Iglesias de un Gobierno entre el PSOE y Ciudadanos parece mas remota, aunque del acreditado funambulismo de sus líderes se podría esperar cualquier cosa. Y algo parecido cabría decir de un Gobierno del PSOE con ministros de Podemos ya que al señor Sánchez se le ve francamente incómodo con esta fórmula y ya adelantó su preferencia por un gobierno con "independientes" de reconocido prestigio.

Mientras eso llega, entretuvimos la espera con dos debates en televisión. Uno el lunes , en la pública, y otro el martes, en una privada, obligados por la respuesta de la Junta Electoral Central a una denuncia de algunos partidos que habían sido excluidos del reparto. Vi los dos por obligación patriótica pero me aburrí bastante y en algún momento desvié mi atención hacia los partidos de fútbol de una jornada adelantada del campeonato de Liga. Ahí el pronóstico es más fácil y todos coincidimos en que lo ganará el Barça.

Por lo demás, en los debates televisados asistimos al ya conocido reñidero de gallos , al intercambio ritual de casos de corrupción (el señor Rivera llegó a exhibir un rollo que parecía de papel higiénico) y al cruce de insultos acusándose los cuatro candidatos a la más alta magistratura del país de ser unos mentirosos contumaces. En un punto tal de excitación que el más templado y ecuánime resultó ser el señor Iglesias, considerado a priori como el más radical.

El espectáculo me recordó -no se bien por qué- al de los sorteos de las barracas de feria. Siempre premiando y regalando. La frivolización de la política trae estas consecuencias. El oportunismo desconcierta.

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