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Votar o no votar, he aquí el dilema

Hace unos cincuenta años, en una tertulia de un café de Montparnasse, en compañía de Maldonado, Orlando Pelayo y otros amigos, hablando de la próxima democracia en España (que aún tardaría), se llegó a la conclusión de que nuestro país había tenido pocos períodos democráticos porque los españoles no somos demócratas; y es posible que esta conclusión no fuese del todo errónea.

Los españoles somos muy poco disciplinados; más que anarquistas, somos anárquicos, llevamos con nosotros el estigma de la envidia y por supuesto el afán de "mando en plaza". Con frecuencia, cuando nos encontramos con una tertulia, al llegar les decimos: "...no sé de qué habláis, pero me opongo". Esto denota que, en el fondo, siempre queremos imponer nuestro criterio, pero con mucho cachondeo, frente a los problemas, quizás para hacer soportable el hastío, chistes y más chistes, aunque los que van a los cargos apliquen eso de? "llamadme pájaro, pero echadme alpiste".

La nota llamativa de las primeras elecciones de la transición la ponían los humoristas gráficos, por aquel entonces no había whatsapp. Así, Herreros, Forges o Mingote, entre otros, amenizaban las campañas electorales con sus frases e ingeniosas viñetas, creaban personajes como el de "Gundisalvo", a quien más de uno llegó a votar; todo iba condimentado con gran humor, "¡ Vote a Gundisalvo, a usted que mas le da!", y como humor de calidad iba acompañado de un gran respeto, se evitaban las burlas, las groserías, los insultos o... las amenazas; respeto, que ahora se echa de menos.

Una vez más nos encontramos en la encrucijada de unas elecciones, que en esta ocasión a los ciudadanos de a pie se nos antojan un tanto largas, por las muchas convocatorias en poco tiempo, acompañadas de insultos y descalificaciones, incluso dentro de los propios partidos. Han logrado aburrir al ciudadano que pasa de todo a menos... que en ello le vaya el puesto. Hasta algún político ha dicho que iba a votar tapándose la nariz y si no encuentra otra opción es que la podredumbre ya está carcomiendo la democracia.

Ignoro si el político tiene, como el médico, el abogado u otros profesionales, código deontológico, pero lo que sí tiene es vocación, por ello busca siempre el modo de continuar y, con cierta frecuencia, no le importa cambiar de siglas. Algo así como las figuras del fútbol: se va fichando por distintos clubes en función de la ofertas. Lo que los ciudadanos percibimos en una campaña electoral es que aquellos que van a ser nuestros representantes en el Congreso y en el Senado se ofrecen para servirnos, pero nos engañan en todo momento y terminan sirviéndose de nosotros. Por ello, en vez de buscar soluciones a los problemas del pueblo, a lo que se dedican es a insultarse y a desprestigiarse para no perder el escaño; frente a esto sí que hay que taparse la nariz.

Es lamentable observar cómo, de año en año, la sociedad va perdiendo la fe en los políticos, a la vez que sentimos la sensación de que se burlan cuando llegaron para servirnos y terminaron sirviéndose de nosotros; sus discursos son repetitivos y falsos y sus mentiras continuadas, por lo que todos sus actos pierden credibilidad. Lo hemos podido ver en los debates, más que líderes se nos presentaban como modelos de pasarela, sin demostrar la más mínima preocupación por los problemas del pueblo, pero sí se les ve preocupados por mantenerse en el poder y eso es lógico, porque fuera del poder la cosa está chunga.

En fin, estos es lo que hay y con estas cartas tenemos que jugar. Mañana veremos en qué termina el espectáculo, pero el ambiente que se respira en la calle es de poca confianza en nuestros "salvadores". Quizás por ello sea tan alto el número de indecisos frente a la eterna cantinela de? "todo para el pueblo, pero sin el pueblo". Con estos ejemplos, ¿cómo vamos a ser demócratas?

Mañana acudiré a votar, pero abriré los ojos y no me taparé la nariz.

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