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Javier Cuervo

Un millón

Javier Cuervo

En paz, pero en estruendo

Los resultados electorales han aclarado la confusión que producen las expectativas -ese presente que sueña futuros inmediatos y mejores-, pero han resuelto que sigamos con un Gobierno mal calzado.

Los números dan para vivir sosegadamente en un país que no disfruta de la pasión por los extremos, pero no para mejorar la conversación. Aunque Vox sea el rabo de la derecha, sus 24 diputados meten en la plaza pública la plaza de toros, con sus alguacilillos de negro barroco y penacho rojo y sus madrinas con mantilla española y mantón de manila, donde todo sigue igual salvo la extranjera que se tapaba los ojos con la falda (recordado Joaquín Vidal) que se ha vuelto animalista y vegana.

El independentismo ha aumentado por donde suele, porque quien siembra Puigdemones recoge Abascales y quien siembra Abascales recoge Rufianes, lo que nos condena a oír más alto y más chulo el discurso emocional y cínico del inocente pueblo y el Estado opresor. Mucho han de ladrarse todavía el PP residual y el Bildu pugnaz para adueñarse del relato de los últimos 50 años de Euskadi.

Ni siquiera habrá tregua de silencio. El Gobierno tendrá que decidirse entre pactar con la izquierda y la derecha, y desde el foso operístico del Ibex 35 ya resuenan los timbales inquietantes para orquestar un Gobierno de derecha económica con cara de izquierda política (PSOE con Ciudadanos) y todo ello coincide con el arranque de los tráileres de la nueva campaña electoral para las municipales, autonómicas y europeas.

Las personas sensibles al ruido sufrirán aún meses de clarines estridentes, discusiones a voz en cuello, ladridos destemplados, timbales ansiosos y el rugido de los motores de gran cilindrada que perturbarán la paz en que vivimos, como si no la hubiera.

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