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Camilo José Cela Conde

A pactar

La lógica de un acuerdo entre el PSOE y Cs y las peculiaridades de la política española

Quizá sea el momento de la reflexión electoral más serena, ésa que aparece cuando el torrente emotivo va perdiendo fuerza. Y lo que dicen las razones desapasionadas es que, si España fuese un país tirando a normal, con los resultados parlamentarios del domingo lo lógico sería un pacto entre los socialistas y Ciudadanos. Lo hubo ya, aunque de poco recorrido, en la legislatura fallida -la XI, de 2016- cuando no hubo forma de investir presidente porque a Rajoy no le pareció bien presentar su candidatura y, al postularse Sánchez con el apoyo de Ciudadanos, Podemos impidió con su voto en contra que la fórmula prosperase. En el fondo, y hasta que Albert Rivera decidiese escorar a su partido hacia la derecha, entre el PSOE y Ciudadanos había pocas diferencias. Pero en la noche electoral del domingo, tras conocerse los resultados definitivos y quedar claro que el PSOE había ganado pero necesitaría pactar para hacerse con el Gobierno, los militantes socialistas dejaron clara su hostilidad hacia un acuerdo con Ciudadanos. Y, por si fuese poco, durante toda la campaña Rivera había repetido por activa y por pasiva que no pactaría con Sánchez. ¿Punto final?

Depende. El mantra del "no es no", que patentó el hoy presidente en funciones para cerrar el paso a Mariano Rajoy en la legislatura siguiente a la comentada, la XII, e hizo suyo Rivera para cerrar la sangría de votos hacia su derecha negándole el pan y la sal al PSOE, puede convertirse en cualquier cosa tras el recuento del domingo. Pese al triunfo indudable del resistente por antonomasia, Pedro Sánchez, ni siquiera con el apoyo del candidato a la vicepresidencia más ansioso que nunca hayamos tenido, Pablo Iglesias, podrá gobernar. Le serán necesarios votos que, tras el episodio traumático del proceso soberanista catalán y la vuelta al ruedo del nacionalismo radical vasco, huelen a peligrosos. Verdad es que si se acepta la normalidad de pactar con los partidos pequeños pero constitucionales -incluyendo en la lista, mal que bien, al PNV- bastaría con una abstención de los separatistas catalanes para investir a Sánchez como presidente. Pero ese único escaño puede costarle mucho, muchísimo, en credibilidad, estabilidad y proyección de futuro al nuevo Gobierno.

El pacto PSOE-Ciudadanos tiene sentido, sí, pero sólo si España fuese un país tirando a normal. Por desgracia, eso todavía tenemos que demostrarlo.

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