La República Bolivariana de Venezuela, más conocida por Venezuela, es un país septentrional de América del Sur, constituido por una parte continental y un buen número de islas pequeñas e islotes en el mar Caribe, cuya capital y mayor aglomeración urbana es la inapacible ciudad de Caracas.
El poder allí está usurpado por uno de los dos presidentes, el chavista Nicolás Maduro, de joven conductor de guaguas, que ha llevado a los venezolanos a las mayores cotas de degradación y miseria que se recuerdan en la atribulada historia de esa nación. El otro presidente, Juan Guaidó, el legítimo, se ponía ayer al frente de la "Operación Libertad", apoyado por opositores y algunos militares, para acabar con el progreso impulsado por Maduro en un país petrolero donde los habitantes reciben una bolsa de comida al mes para ir tirando.
Los altos mandos del ejército, según se encargaba de recalcar el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente y reconocido padrino local del narco, Diosdado Cabello, permanecían del lado de la ilegalidad que encarna Maduro. Y Venezuela seguía sumida en la tarde de ayer en la zozobra y la violencia. Menos mal que dos esforzados defensores de las libertades civiles, Alberto Garzón y Juan Carlos Monedero, compungidos, condenaban que los derechistas pretendiesen destruir la avanzada democracia y los logros humanos en la República Bolivariana. Vaya, vaya. Mientras, el Dictador, que tanto admiran, respondía con aplomo y firmeza a la intentona de alzamiento militar, cuya técnica tan bien conocen los chavistas por haberla practicado más de una vez para hacerse con el poder y mantenerlo a toda costa de manera ilegal.
