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Millas

El trasluz

Juan José Millás

Hagan que pase

España votó el domingo último con un grado de responsabilidad muy superior al que los líderes políticos mostraron durante la campaña. Muchas familias se acercaron a los colegios electorales con el heroísmo del GEO que desactiva un artefacto relleno de metralla y colocado en unos grandes almacenes. Aquí se trataba de desactivar a Vox aun a riesgo de que el PSOE y UP no cumplieran las expectativas implícitas en los votos que les han otorgado la victoria. Ya ha ocurrido otras veces. Ya nos estalló Podemos (que por algo ha perdido el 40% de sus apoyos) y ya nos estalló Zapatero en su segunda legislatura. Hemos visto volar por los aires los miembros de muchos contribuyentes. Los niveles de pobreza infantil son escandalosos. La penuria energética no ha hecho más que crecer, los servicios sociales han menguado, las listas de espera han crecido. La desigualdad está por las nubes. Los precios de los alquileres han obligado a muchos jóvenes a regresar a la casa de los padres. Los abuelos han invertido sus ahorros en la protección de los nietos. Ya no sabemos dónde está o en qué consiste el futuro.

Este es un país en vías de descohesión. El vínculo entre los representantes y los representados está prácticamente roto o unido solo por tres o cuatro hilos. Nunca, como ahora, había tenido más vigencia, el grito de "no nos representan". Pero no es que no nos representen porque se duerman en el Congreso, que también, sino porque sus preocupaciones no son las de los ciudadanos. Para muestra un botón: la eutanasia. Todas las encuestas dicen desde hace años que el 80% de la población pide a gritos una ley garantizadora de una muerte digna. ¿Cómo es posible que esos alaridos de dolor no hayan alcanzado todavía los tímpanos de nuestros representantes? No los han alcanzado porque nuestros líderes estaban en otra, no sabemos en cuál, pero en otra.

De ahí la abstención en las elecciones andaluzas y de ahí también la que se preveía para los comicios recién efectuados. El personal estaba harto de votar a marcianos que, una vez obtenida la acreditación, regresaban a su planeta mental. Pero de súbito se planteó una emergencia llamada fascismo, llamada Vox, llamada Casado, y los contribuyentes, jugándose la dignidad, acudieron a las urnas para desactivarla. Señor Sánchez, señor Iglesias, tienen ustedes la última oportunidad de rehacer el vínculo roto entre política y ciudadanía. Hagan que pase.

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