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Eduardo Lagar

Cosmopaletos

Las políticas de desprecio a lo asturiano

Algo como un ictus colectivo tienen que haber sufrido en la Consejería de Cultura para que hayan quitado a los somedanos las subvenciones a los teitos porque los paisanos no eran capaces de presentar facturas de la escoba con la que renovaban la techumbre. Una mezcla de desidia, ceguera burocrática y soberbia urbanita tuvo que correr por esos despachos para que el expediente fuera pasando de firma en firma sin que alguien con algo de miedo al ridículo haya advertido de que no se puede pedir factura de algo que no se vende y se recoge en el monte. Salvo que la madre naturaleza expida ahora justificantes.

Si alguien con un mínimo de interés en hacer su trabajo y preservar un elemento etnográfico tan distintivo de nuestro paisaje -y de los pósters con los que alimentamos el turismo (12% del PIB)- hubiera tenido un poco de cabeza, ya tendríamos otro modo de mantener la debida transparencia en el gasto público y, al tiempo, conservar esas cabañas que hablan tanto de lo que fuimos -y de lo que somos- como cualquier otro elemento cultural. Como testigos de una sociedad y una cultura, los teitos (o los hórreos, también en ruina inminente) valen tanto como Notre Dame.

Lo de los dineros para los teitos se repitió en esa consejería con las ayudas para el Circuito Asturiano de Teatro. Llevaba décadas funcionando sin problema. Cambió la ley de contratos y por no mover un dedo y encontrar las soluciones que otras regiones sí han encontrado, se deja agonizar la escena teatral asturiana. Con un par.

En este inédito derroche de "autoodio" a lo propio y cosmopaletismo filosófico, todo lo asturiano nos es ajeno, sean teitos, hórreos o iglesias prerrománicas. Eso sí, si un director de cine uzbeko nos cuenta el romance con su cabra ya tiene pedazo de ciclo en la Laboral.

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