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La Espuma De Las Horas

Liverpool: la forja de un carácter

Shankly, Paisley, Tommy Smith y Souness definen la fortaleza del club del Mersey, que vuelve a disputar una final europea

El Liverpool tuvo dos managers de leyenda, uno era escocés y fanfarrón, Bill Shankly, el otro, Bob Paisley, un geordie tímido incapaz de hilar dos frases seguidas. El primero hablaba de conquistar "el maldito mundo" y puso los cimientos para un equipo ganador y temido en el continente. El humilde y astuto Paisley pasó a la historia como el primer entrenador en ganar tres copas de Europa. El récord lo igualarían más tarde Carlo Ancelotti, en dos clubes, y Zinedine Zidane, con el Real Madrid, por tres veces consecutivas. Tanto Shankly como Paisley convirtieron su amor al Liverpool en el objeto primordial de sus vidas. El último desempeñó casi todas las funciones posibles, jugador, fisioterapeuta, entrenador y finalmente manager.

Shankly decía cosas como "la pelota nunca se cansa" o "si estás dentro del área contraria y no sabes qué hacer con el balón, mételo en la portería y ya discutiremos después alternativas". Su ideario práctico chocaría con el mensaje subliminal de algunos otros entrenadores que vendrían más tarde a difundir teorías divinas que se apartan de los objetivos esenciales del juego. Aquel escocés charlatán se registraba en los hoteles con la dirección "Anfield". En el estadio de Anfield Road, donde están esparcidas sus cenizas, existen unas puertas con su nombre y su recuerdo imborrable flota en el ambiente. Nunca caminará solo.

Paisley había formado parte en la Segunda Guerra Mundial de las Ratas del Desierto y su única pasión, además del fútbol y del Liverpool, era tocar el órgano eléctrico los domingos por la tarde. Kevin Keegan, alias Mighty Mouse, otro grande del Mersey beat futbolístico, decía de él que era la única persona sin ego que había tratado. El arrebato de presunción que se le conoce fue cuando en una avenida de Roma, antes de lograr la Copa de Europa de 1977 frente al Borussia Mönchengladbach, comentó con sus jugadores que la última vez que había estado allí fue en un tanque liberando Italia.

La forja del Liverpool, como se demostró el pasado martes en una noche histórica frente al Barcelona, está en el carácter de algunos de sus inolvidables futbolistas. Bill Shankly y Bob Paisley tuvieron la suerte de contar con uno de estos ejemplares únicos, Tommy Smith, más conocido como el Acero de Anfield y un producto local igual de explosivo que eficaz. Perteneció a la plantilla desde 1962 a 1978 y durante todo ese tiempo destacó por su solvencia y la capacidad intimidatoria con los rivales. Se dice que las madres, a orillas del río Mersey, conservaban una foto suya en las repisas de las chimeneas para alejar a los niños del fuego. En 1978 no pudo estar en la final de Wembley de la Copa de Europa por haberse lesionado al tropezar con una piqueta que sería declarada siniestro total.

El segundo de los tipos duros, Graeme Souness, llegaría en 1977, cuando el Liverpool de Paisley empezaba a presumir como campeón europeo. Escocés de Edimburgo, lo llamaban el poli del centro del campo. Su motor jamás parecía detenerse, confiscaba todos los balones disputados; el otro día creí verlo en la remontada de sus compañeros metiendo el pie. Era tan rocoso que en Glasgow se puso de moda una bebida alcohólica con su nombre. Con medio vaso te dejaba fuera de combate.

Souness se inició en el Tottenham Hotspur, el equipo londinense, que se enfrentará al Liverpool en la final de Madrid. Los reds contra los spurs. El Reino Unido, con cuatro finalistas en los torneos europeos, le ha dado la vuelta al Brexit.

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