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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Tienda de campaña

Las manillas del reloj marcan ya las horas que restan para los comicios del 26 de mayo, que miran a Asturias y a Gijón y de reojo a Europa, y los políticos de todo signo que concurren se han echado al monte, a extender los vientos de sus tiendas de campaña, de sus "todo a cien". La contienda electoral se anuncia encarnizada y hay partidos que afrontan el camino a las urnas con distintas dosis de endorfinas. Hay a quien el resultado de las generales le ha dado la misma fortaleza que a los galos de Astérix les proporcionaba la pócima de Panoramix, y a quienes las pasadas elecciones a Cortes les ha dejado los biorritmos más apagados que las baterías de Arcelor de persistir el empeño gubernamental en mantener el precio de la luz industrial. Y esto no es un cuento chino, pues ya habrá tiempo de referirse a los asuntos del telón de acero.

No citaremos siglas para no herir susceptibilidades, que hay mucho candidato con las terminaciones nerviosas a flor de piel, pero las cosas son como vienen y el carro ganador arrastra voluntades, tanto como perjudicial para la otra acera puede ser la espiral del silencio de los votantes que se sientan perdedores de antemano y prefieran invertir el domingo de urnas en una paella en Tazones en lugar de asomarse a su colegio a votar. Nadie, sin embargo, debería dar la batalla por ganada antes de tiempo, que unas elecciones autonómicas o locales no son unas generales, que ni se le parecen.

Gijón es una ciudad lo suficientemente grande como para sentirse importante y robusta, pero también lo suficientemente pequeña para entender que aquí nos conocemos todos y que en ocasiones tiran más del electorado las personas que las siglas. He ahí el ejemplo de la hormiguita Moriyón, que mantuvo el báculo municipal ocho años más por talento personal que por la profundidad del hormiguero. Y convengamos en que hay evidente talento en los carteles electorales locales. O sea, que hay dónde elegir.

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