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Sol y sombra

El espectro en campaña

Cuando a Marcel Achard le preguntaron si no temía por el escándalo que podría entrañar el estreno de "Las amistades peligrosas" a mediados del siglo pasado, el comediógrafo francés respondió que lo había arreglado todo para que lo realmente escabroso sucediese en los entreactos lejos de la vista de los espectadores. La escena política, al contrario de la dramaturgia de Achard, se expone impúdicamente a lo que todo el mundo percibe y las conclusiones que se pueden extraer del contexto en el que se mueven los personajes.

Las exequias de Rubalcaba dirigidas en gran medida a conmover a los votantes socialistas están resultando el epítome de la política enfocada a las emociones y la víscera. Es lo que se lleva. El penúltimo episodio lo ha protagonizado Pedro Sánchez con "Alfredo, encarnas lo que el PSOE ha representado y representa", que el presidente en funciones ha escrito en el libro de condolencias de la sede socialista de Ferraz y que por intereses electoralistas alguien ha filtrado y divulgado. Apenas nadie duda de las discrepancias que mantuvieron Rubalcaba y Sánchez; muchos querrían que este PSOE, al menos, encarnase a Rubalcaba, pero no resulta fácil. Echas un vistazo alrededor y enseguida te das cuenta que no hay nada que hacer con esos mimbres.

Los muertos suelen ser testigos incómodos de las discordias de los vivos. La necrología ruega un silencio amable, cívico y cortés. Pero no habrá quién pueda, a partir de ahora, quejarse de la utilización electoral de este tipo de cosas tras la rentabilización del espectro de un político en un arranque de campaña, como ha sido el caso de Alfredo Pérez Rubalcaba, elogiado hasta el rubor por quienes le expulsaron de los órganos del partido por mantener una idea distinta de cuál es el marco constitucional español. Todo ello produce mucho más que vergüenza ajena.

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