El último domingo de mayo cada cuatro años toca votar los ayuntamientos y en Asturias también al Parlamento y, en consecuencia, al Gobierno regional. Es decir, las instituciones más cercanas y próximas a los ciudadanos que deben ser facilitadoras del día a día de la gente y anticiparse a posibles problemas. Así debería ser. Pero a veces, algunas veces, demasiadas, la realidad deja en evidencia el funcionamiento de instituciones llamadas a velar por el interés general. La desgraciada muerte de un ciclista en la Senda del Oso, una tragedia repetida para más inri, pone de relieve la manifiesta inutilidad de todas las interpelaciones, mociones o preguntas planteadas ya en la Junta General del Principado o en los ayuntamientos, acerca del estado ruinoso de un paraje que, debiendo ser una joya de nuestro territorio, parece dejado de la mano de nuestros gobernantes. Y no será porque medios como LA NUEVA ESPAÑA no hayan advertido de su deplorable estado. Si una barandilla en mal estado se ha vuelto a cobrar una vida en la primavera de 2019, como ya ocurriera en el otoño de 2005, es que avanzamos poco. Los arreglos parciales en una ruta por la que anualmente transitan miles de familias, niños y cicloturistas no han sido más que parches, insuficientes. Si los ayuntamientos de Santo Adriano, Proaza, Quirós o Teverga carecen de los recursos precisos para una mejora integral que evite malos mayores, el Principado tiene una asignatura pendiente, desde hace mucho, demasiado tiempo.
