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Desinflamar, no chantajear

El veto de ERC a Iceta no encaja con el sondeo del CIS catalán

El Centro de Estudios de Opinión (CEO) de la Generalitat constata en su última encuesta que el rechazo a la independencia de Cataluña supera por primera vez, desde junio de 2017, al respaldo a la secesión. Un 48,6% de los entrevistados prefiere que la comunidad no sea un Estado independiente, frente al 47,2% que sigue deseándolo con todas sus fuerzas. Y en lo tocante a opciones, los partidarios de que Cataluña sea "un Estado dentro de una España federal" (un 28,4%), aunque no son los más numerosos -ese honor continúa correspondiéndole a los defensores de la independencia (35%)-, crecen ocho puntos (del 21,5% al 29,4%) respecto al anterior barómetro del CEO, de marzo de este año.

Desde esa encuesta, el apoyo a la independencia ha caído poco más de un punto porcentual, pero quienes aspiran a seguir formando parte del Estado español suben más de cuatro. ¿Serán imaginaciones mías, o los datos que arroja el barómetro del CIS catalán son consecuencia del efecto desinflamador del Gobierno de Pedro Sánchez? Preguntando a la inversa: ¿pueden no serlo, habiendo hecho el PP y Cs la campaña (permanente) que han hecho en favor de la inflamación? Y tres: ¿no son acordes estos valores con los resultados de las generales del 28A, en las que Sánchez se alzó con la victoria, el PP se hundió hasta el corvejón, Cs rentabilizó la guerra interna de la derecha sin conseguir superar a los populares y Vox irrumpió en el Congreso con menos fuerza de la que prometía la burbuja de las redes sociales?

Lo es, sin duda, porque el sondeo telefónico del CIS catalán, realizado entre el 30 de abril y el 6 de mayo, es el primer reflejo demoscópico del impacto del terremoto del 28A en los electores. Señala, además, que los catalanes, de no poder ser independientes, aspiran a encajarse en un Estado federal; y no otra, aunque nunca explicitada suficientemente, es la opción que Sánchez y el PSOE defienden desde la Declaración de Granada de 2013 (siendo, por cierto, secretario general el llorado Rubalcaba) para responder a las deficiencias del Estado autonómico (y, de paso, cerrar la crisis con el PSC que entonces lideraba Pere Navarro sin hacerle ascos al derecho a decidir).

Ahora, para corresponder al sentir de los catalanes que refleja el termómetro del CEO, habría que empezar por no boicotear que un catalán, Miquel Iceta, presida el Senado, como amenaza con hacer ERC si el elegido no accede a visitar antes a los presos varones en Soto del Real, lo que, lisa y llanamente, es un chantaje y además no se entiende. Si Iceta, que estuvo en un tris de malbaratar la campaña del PSOE, no es para Esquerra un candidato aceptable a presidir la supuesta Cámara territorial del Estado, ¿quién lo es entonces? ¿No vale con decir, como hizo el líder del PSC, que en diez o quince años, "si el 65% de los ciudadanos quiere la independencia, la democracia debe encontrar un mecanismo para habilitarla"? ¿O es que los republicanos creen de veras que Cataluña tendría alguna posibilidad de segregarse antes?

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