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El canto del gallo en la quintana

Sobre el cierre de un gallinero porque el ruido molestaba a los clientes de un hotel rural

Corrió la noticia como la pólvora. El Ayuntamiento de Cangas de Onís cierra un gallinero en una aldea porque el canto del gallo al amanecer molestaba a los clientes de un hotel rural; ahora parece ser que el Ayuntamiento alega que el gallinero no tenía licencia. Es posible que todas sean verdades a medias, pero las únicas verdades reales es que los pueblos se mueren porque, poco a poco, entre todos los matamos, y sobre todo con unas leyes en muchos casos "irracionales" que se aplican igual para una aldea perdida que para la capital del Principado. Ya sabemos que todos somos iguales ante las leyes..., pero menos.

Los gallos siempre han estado presentes en las aldeas, y es mucho más agradable oír el canto de un gallo a las cinco de la mañana en una aldea que a una serie de borrachos peleándose en cualquier barrio de una ciudad. Si no oímos el gallo, los esquilones de vacas u ovejas, si no oímos los vencejos ni las golondrinas, el maullido de los gatos en épocas de celo o el ladrar de los perros... es que esa aldea está abandonada, carece de signos vitales; pero la Administración sigue poniendo trabas a quienes les gustaría recuperarlos. Yo recomendaría a los munícipes que leyeran "El horticultor autosuficiente", del londinense John Seymour, porque seguro que aportaría alguna coherente idea para comprender la tierra que habitamos. No se puede legislar todo tras los cristales insonorizados de un despacho.

Hace pocos días, con motivo de las "movilizaciones" electorales, a los políticos les asaltó una inusitada fiebre en defensa del mundo rural, para recuperar esa España "vaciada" de la que procedemos la mayoría de los ciudadanos, pero apenas unas semanas después de la "magna manifestación", encabezada por todos los líderes, ya nos hemos olvidado de ¡Teruel existe!, al igual que todo el mundo rural.

En Naraval, hace cinco años, desapareció Manolita, una señora de 76 años, y no se ha vuelto a saber nada de ella, es como si el mundo rural volviese a las épocas de "la Güestia o la Santa Compaña". Hace un par de días me dieron la noticia del fallecimiento de María, vecina del lugar de Tarantiellos, era la última persona que quedaba de unas once casas que hubo hace no muchos años en este lugar; ni en casa de María cantan los gallos ya.

Siempre he defendido el turismo rural, pero en medio de la vida del campo. En Gales conocí las vacaciones en casas rurales inmersas en granjas con vida propia, era el contraste con la ciudad, y vivías la esencia de los productos que consumían, desde los huevos a la mantequilla, pero en mi experiencia de turismo aquí, he tenido la oportunidad de vivir la llegada de una señora de capital, con zapatos de tacón de aguja, preguntando en la recepción de un hotel rural, en medio del bosque, dónde quedaban las tiendas.

Según el relato bíblico, Jesús le dijo a Pedro: antes de que el gallo cante, me negarás tres veces. Hoy en día, Pedro podría estar bien tranquilo, se quita el gallo del medio... y a vivir, que son dos días, nada de cobardías ni de remordimientos; no hay gallo, no hay problema, y Pedro se quedaría tranquilo sabiendo que podría negar lo que fuera, porque el gallo no le delataría al cantar.

En nuestra literatura, aparece con gran frecuencia la figura del gallo y la gallina, incluso como símbolos de orgullo y virilidad, su figura está presente en pueblos primitivos y contemporáneos.

"El gallo de la quintana" es una obra teatral de Eladio Verde, un escritor costumbrista asturiano que nació en Madrid en 1899 y falleció en Gijón en 1972. Sus obras en asturiano recorrieron toda Asturias, Madrid y varias capitales españolas y americanas con gran éxito, por lo general de la mano de la Compañía Asturiana, con Rosario Trabanco y el popular José González "el Presi". Recuerdo en mi infancia la alegría que teníamos los críos cuando llegaba la Compañía Asturiana; era una fiesta.

Aquí pongo una estrofa del poema de mi amigo Paco Sarandeses dedicado a Eladio Verde en 1969.

"Pisó la ñeve, n'el puertu; / comió'l gallu, n'a quintana; / buscoi moza pá 'Ximielga' / y llamóla flor temprana".

Dejad que los gallos canten: "Los gallos cantan al día, / qué dirá usted; / anuncian el nuevo día, / así ha de ser. / No te duermas vida mía, no te duermas, mi adorada, / que viene llena de vida / la madrugada" (canción castellana).

El canto del gallo y el cacarear de las gallinas anunciando el huevo que habían puesto han sido, de siempre, en la aldea símbolo de vida y base de algunos de los mejores platos populares que permitieron, junto a las aportaciones del resto de los animales, la subsistencia de la humanidad.

Dejad que los pueblos vivan y que los gallos canten en su corral.

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