En un almuerzo distendido en torno a un magnífico pote tevergano cocinado con esmero por Esther Calles en el Café Central, el candidato del PP a la Alcaldía de Gijón, Alberto López-Asenjo, desgranó aspectos de su programa electoral ante un grupo de comensales más bien afines a su causa o situados en su cercanía ideológica. Digamos que, a mantel puesto, López-Asenjo, o "Súper López", como lo llama Javier Campos-Ansó, su chambelán en esta comida, jugaba en casa, aunque había entre los comensales algún socialista lavianés de buen talante y catadura.
De todo lo que dijo Asenjo, la concurrencia se quedó con un detalle nada baladí: el candidato popular no dará la espantada sean cuales sean los resultados de los comicios del 26 de mayo. Fue aún incluso más explícito en sus explicaciones: llega a Gijón con dos mandatos de Génova: encabezar la lista municipal y poner orden en la organización política a nivel local. Lo cual le obligará a solicitar la militancia un día después del resultado de las urnas, ya que no está afiliado al PP. Su cargo en el Instituto Oceanográfico le permitiría seguir ocupando su puesto funcionarial en Gijón y esperar una segunda oportunidad, si falla la primera.
Pretendió, supongo, desactivar así López-Asenjo el mensaje dañino que están difundiendo maliciosamente correligionarios dolidos por haberles descabalgado de las listas. O sea, que López-Asenjo se juega mucho el 26 de mayo: no sólo el prestigio personal, sino también la capacidad de maniobra para cambiar el PP de Gijón.
