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La Espuma De Las Horas

La gran remontada de Brian Wilson

Genio torturado del pop, el fundador de los "Beach Boys" se confiesa como si le hablara a una grabadora

Quién sabe qué hubiera sido de la música pop sin Brian Wilson. Si tuviera que elegir diez álbumes del pop rock de todos los tiempos, entre ellos estaría seguramente Pet Sounds, la colección de minisinfonías adolescentes que los Beach Boys grabaron en 1966. Los chicos de la playa tenían como distintivo el surf, sus canciones destacaban por las armonías vocales y una delicada acústica; en la segunda mitad de los sesenta derivaron a un esquema más complejo fronterizo con la psicodelia.

Yo soy Brian Wilson...y tú no, el libro que acaba publicar traducido al español la editorial Malpaso, se lee como si el autor hubiera hablado sin previo aviso con una grabadora, no cuesta nada sentirlo inmediato, informal y confesional. No es cronológico, pero sigue los meandros de la propia mente de Wilson cuando salta y se desliza hacia atrás y hacia adelante. El tiempo despega y, a veces, aterriza, dice. En su caso, los aterrizajes son siempre buenos.

Detrás de una sana imagen de niños tímidos y muchachas bonitas en un mundo de eterna luz solar donde las fuentes en vez de agua manan cocacola, los "Beach Boys" habitaban una realidad mucho más oscura. Brian Wilson la clava en sus últimas memorias. Era un hombre muy enfermo: deprimido, paranoico, temeroso, con sobrepeso e inseguro. Su propio médico personal, Eugene Landy, encarna el monstruo moral que solo lleva a su paciente a enfermar más y más. Queda sin explicar por qué Wilson no rompió lazos con él de inmediato.

Genio torturado, BrianWilson era el alma y líder del grupo, que formaban también sus hermanos Dennis y Carl, además de Mike Love y Al Jardine. Bruce Johnston se uniría luego para reemplazar a Brian en las actuaciones en directo. Tras la cosecha inicial surfera, llegaría Pet Sounds; la maravillosa Good Vibrations, en un sencillo, y acto seguido Smiley Smile, que era una especie de reciclado de Smile, el proyecto inconcluso que se mantuvo largo tiempo como un disco de culto y que Brian Wilson se encargaría de que viera la luz años más tarde. Solo con la mitad del talento que derrocha toda esta música los "Beach Boys" habrían adquirido suficientes méritos para ocupar un lugar privilegiado en la historia del pop. Pero probablemente nada de ello habría ocurrido si Wilson no hubiera recibido como regalo en su decimosexto cumpleaños un magnetófono de bobina abierta con el que se dedicó a sobregrabar las voces de sus hermanos, de su madre y la suya propia. Luego incorporaría los solos de guitarra de Carl, su hermano, un enamorado del rhythm and blues, y sus primeros recitales de piano. No pasaría demasiado tiempo hasta que toda la música, la que componía y le servía como influencia, se disparase en su cabeza. En ella hervían a la vez Bach, Gershwin y los Four Freshmen, algunas de cuyas canciones grabaron los "Beach Boys" en una primera etapa bajo el nombre de Carl and The Passions. Otras voces, según él mismo confesaría después, le vendrían del consumo desenfrenado de LSD.

El hecho de que Wilson fuese capaz de recuperarse del oscuro abismo de las drogas y reanudar su carrera es una de las remontadas más grandes en la historia del rock. El lector puede evitar el enfoque cronológico estándar de su autobiografía en favor de capítulos dedicados a temas específicos, como son "Miedo", "Familia", "Hogar", "Padres e hijos" y "Ecos y voces". Ahí está el tuétano. El coautor Ben Greenman ha hecho un excelente trabajo al captar la voz de Wilson. En ocasiones nos sentimos como si estuviéramos teniendo una conversación prolongada e íntima con el genial cofundador de los "Beach Boys".

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