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La mujer que nos mira

El galardón destaca por sus propios méritos la pluma, la sensibilidad y el feminismo de la escritora

"Mi Louise Bourgeois y la suya quizá estén emparentadas, pero dudo mucho que sean gemelas. (?) La experiencia perceptiva del arte está literalmente encarnada por y en el espectador". Esto dice Siri Hustvedt en un ensayo de La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres. Habla de qué representa Bourgeois para ella y por qué "nos acercamos a las obras de arte con nuestro Yo y nuestro pasado".

En el otoño de 2017, Beatriz Casillas y yo pusimos rumbo a Nueva York para rodar, gracias a la Semana Travelin, un cortometraje documental sobre la relación que diferentes mujeres escritoras tenían con la Gran Manzana. De todas las interlocutoras que tuvimos, ninguna nos puso tan nerviosas de antemano como Siri. Nos cohibía alguien tan inteligente.

Yo iba con una idea muy clara de aquella entrevista y era que en ningún momento se mencionaría a Paul Auster; Hustvedt ha tenido que batallar muy duro para ser considerada una escritora e intelectual por derecho propio, al margen de la fama de su marido. Quiso la casualidad que, tras decenas de emails con su asistente, cuando llamamos a la puerta del brownstone en Brooklyn, nos recibiese el esposo. Nos preguntó: "¿Venís a ver a Siri, verdad?". Asentimos. "¿Venís a hablar de feminismo con ella, verdad?" Volvimos a asentir. "Pues tiene mucho que contar sobre eso", afirmó, henchido de orgullo.

Siri Hustvedt tenía mucho que contar sobre todo. No solo posee una mente privilegiada, sino cercanía, amabilidad y curiosidad. Nos confesó, entre risas, que estudió en Columbia el doctorado, a pesar de tener una beca de solo un año en esta universidad y mejores opciones en otras, porque ella lo que quería era vivir en Nueva York, una ciudad, por aquel entonces, mucho más dura. Porque, para una escritora, era el lugar en el que debía estar. Hoy, la Gran Manzana es un organismo vivo en constante transformación. Y con solo un restaurante aún abierto de aquellos que la enamoraron a su llegada, décadas atrás.

Hablamos también de feminismo, de cómo la cultura avanza mucho más despacio de lo que creemos y el papel de las mujeres aún no ha logrado equilibrarse con el masculino. Puso como ejemplo la frase "mujeres y niños" a la hora de hablar de tragedias o salvamentos, que da una idea de cómo se busca la infantilización de la mitad de la población.

Explicó el problema que tienen las novelistas para acceder a lectores de todos los géneros: "Las mujeres leen novelas escritas por hombres, pero ellos no suelen pagar con la misma moneda". A eso no ayuda que los críticos literarios sean mayoritariamente masculinos y que escriban sobre libros escritos por autores masculinos. Confesaba que se le acercan muchos lectores a pedirle que le firmen los libros "para sus esposas", porque ellos no leen ficción. "No creo que no lean ficción, lo que creo es que no quieren admitir que han leído un libro escrito por una mujer", afirmaba sonriendo.

Declaró que uno de los grandes fallos de nuestra cultura es la dificultad que tienen las mujeres jóvenes para ser tomadas en serio en determinados ambientes porque, por su edad o por su apariencia, "no encajan en el perfil".

Tal vez Hustvedt, con su doble interés en las ciencias y las artes, su pareja y su físico, tampoco encajó en el perfil en su momento. El premio "Princesa de Asturias" de las Letras viene a quitar tonterías de la cabeza y a destacar por sus propios méritos la pluma, la sensibilidad y el feminismo de esta neoyorquina de adopción. Esta es mi Siri Hustvedt. También es suya, por supuesto, pero dudo mucho que sean gemelas.

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