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"Jacobina"

Sobre la consejera de Educación

Me confieso sorprendido por la manifestación pública de la consejera de Educación ante las/los directoras/es de secundaria en la reunión habitual del mes de septiembre, declarándose "jacobina", sin más matización que ello no implicaría la aplicación de la guillotina.

Mucho más matizada es la declaración al respecto de A. Machado en la tercera estrofa de su conocido "Retrato": "Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,/ pero mi verso brota de manantial sereno;/ y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,/ soy, en el buen sentido de la palabra, bueno". En su caso solo hay una pequeña porción de jacobinismo, unas gotas, que no alteran su serenidad; por tanto, no se identifica del todo con Robespierre y los suyos, ni con su régimen de terror, puesto que su "verso brota de manantial sereno"; y tampoco se deja llevar por sus consignas, pues no es "un hombre al uso que sabe su doctrina". Por último, él mismo se contrapone implícitamente a la crueldad del terror jacobino al declararse bueno, "en el buen sentido de la palabra".

Algunas notas características de los jacobinos son el verse como seres puros -Robespierre es "el incorruptible"-, su crueldad -la guillotina-, su antifeminismo -avant la lettre- y su defensa de un Estado fuerte y centralista.

Sentado esto, como también es pública y notoria la filiación feminista de la consejera -"feminera" la llamaba cariñosamente un compañero-, esta fue la primera causa de mi sorpresa. Cuando se hizo público su nombramiento, la prensa dijo de ella: "Forma parte de la Asociación Feminista Clara Campoamor, de la Asociación Española de Investigación de Historia de las Mujeres, de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad [?]" (LA NUEVA ESPAÑA, 21/7/2019).

Pero es bien conocido el antifeminismo -avant la lettre- de los varones de la Revolución Francesa, en general -con la única excepción del girondino Condorcet- y de los jacobinos, en particular. Fue Robespierre, su jefe, quien terminó definitivamente con las aspiraciones femeninas de convertirse en ciudadanas libres e iguales -como predicaba la famosa "Déclaration"- el 30 de octubre de 1793, con la prohibición de toda participación femenina en los asuntos políticos de la República; y eso que fueron las mujeres las que tomaron la iniciativa de la Revolución con su marcha hacia Versalles el 5 de octubre de 1789.

La gran defensora de la igualdad de las mujeres y de su derecho a participar en los asuntos públicos, Olympe de Gouges, que redactó una declaración alternativa con el nombre de "Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana", acabó, como Condorcet, en la guillotina por orden de Robespierre, cuya cabeza, paradójicamente, también cayó bajo su filo. El artículo 1 de su "Declaración" decía: "La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos". Y arenga a las mujeres: "¡Mujeres, mujeres!, ¿cuándo dejaréis de estar ciegas? ¿Qué ventajas os ha traído la Revolución? Un desprecio más acusado, un desdén más pronunciado, ¡mujer, despierta! Las campanadas de la razón se dejan oír en todo el universo: ¡reconoce tus derechos!".

Su contemporánea, la protofeminista británica Mary Wollstonecraft, que fue a Francia a vivir la Revolución y era partidaria de la radical igualdad de los hombres planteada por Rousseau, le combatió, en cambio, en su tratado "Vindicación de los derechos de la mujer" (1792): esa radical igualdad rousseauniana no alcanzaba a las mujeres, era solo para los varones.

Pero no podía ser de otra manera para los jacobinos: su padre espiritual era Rousseau, que, como adalid de una sociedad radicalmente patriarcal, negaba a las mujeres las mismas capacidades que a los varones y, en consecuencia, la misma educación, base de sus distintos papeles en la sociedad: "Demostrado que el hombre y la mujer no están ni deben estar constituidos igual, ni de carácter ni de temperamento, se sigue que no deben tener la misma educación" ("Emilio o de la educación"). Y añade: "[?] la mujer está hecha especialmente para agradar al hombre [?] Su creencia está sometida a la autoridad, toda muchacha debe tener la religión de su madre y toda esposa la de su marido [?] Como no están en situación de ser ellas mismas jueces, deben recibir la decisión de los padres y de los maridos [?]".

En definitiva, para Rousseau el lugar natural de la mujer es la vida privada, su marido, sus hijos y el hacerlos felices: "¿Acaso podría yo olvidar esa preciosa mitad de la república que hace la felicidad de la otra, y cuya dulzura y sabiduría mantiene en ella la paz y las buenas costumbres?" ("Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres").

Aún está la otra gran cuestión, la de la estructura del Estado, que los jacobinos comparten con Vox. Dice el DRAE que es jacobino el "partidario radical de un Estado fuerte y centralizado". Ahora bien, no creo que la consejera sea partidaria de Vox, pero ignoro si como jacobina lo es de un Estado fuerte y centralizado. Si es así, es curiosa su posición como consejera en un Estado extremadamente descentralizado.

En fin, seguro que hay una explicación que armonice el confesado jacobinismo de la consejera de Educación con su feminismo y su cargo descentralizado; pero se escapa a mis cortas entendederas.

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