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Asturianas con ciencia

Las numerosas facetas de la biodiversidad

La paradoja de conservar la diversidad (baja) de los ecosistemas alpinos

Lo que se entiende ahora por biodiversidad es muy alejado del concepto que se tenía cuando yo estudiaba la carrera de biología, en los noventa, pocos años después de que se acuñara el término contrayendo las palabras "diversidad" "biológica". Apena se hablaba de ella en el ámbito científico, y durante varios años se consideró sinónimo de riqueza de especies. Es a partir del siglo XXI cuando el término se forjó conceptualmente e incorporó a la literatura científica. Además de la riqueza específica, la biodiversidad también integra la diversidad de las interacciones y de funciones ecológicas, es decir aquellas características de las especies que contribuyen a la regulación de los procesos ecológicos y ecosistémicos: por ejemplo, un depredador controla las poblaciones de presas, y las plantas gracias a la fotosíntesis producen el oxígeno que los organismos respiran. La riqueza de especies y sus características funcionales no solo dependen de las condiciones actuales, sino de procesos que ocurrieron en pasado, de adaptación, formación y extinción de especies, fenómenos históricos que quedan reflejados en la faceta de la biodiversidad que se relaciona con genes y linajes, la diversidad genética y filogenética. A parte de estas matizaciones conceptuales, hubo importantes avances metodológicos que han contribuido a fraguar el concepto moderno de biodiversidad, que van de las herramientas moleculares a los sistemas de información geográficos, o el desarrollo de sensores para la medición de cada vez más parámetros biológicos, químicos y físicos. El científico o científica que hoy en día trabaja en este campo se aleja de la visión que tenía mi generación de estudiantes, de un señor con botas o aletas, lupa o redes que explora el mundo, semejante a Charles Darwin o Jacques Cousteau. No por error usé el termino señor, en el sentido que en el imaginario popular de entonces esta figura era masculina, y si bien es cierto que hace unas décadas era raro para una chica salir al campo en solitario, afortunadamente hoy en día ya nos vamos acostumbrando a una ciencia más diversa y plural. Ejemplos femeninos no faltan, como los Premios Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2019, Joanne Chory y Sandra Díaz. El trabajo de estas científicas además nos recuerda otra faceta de la biodiversidad, proveedora de bienes que garantizan nuestra supervivencia y bienestar, o de servicios ecosistémicos, como se definen en la jerga científica. Se trata servicios de regulación y producción de los ecosistemas que se sustentan en la biodiversidad, como por ejemplo la depuración de suelo, agua y aire, la producción vegetal, la polinización o el control de plagas. Nuestras culturas, muchas tradiciones e innovaciones se basan en alguna faceta de la biodiversidad y, por tanto, si esta está amenazada, nosotros también lo estamos. Cambio climático y crisis de la biodiversidad, que van de la mano y son consecuencias de los mismos problemas, se han convertido en una fuente de preocupación social, política y económica cada vez más acuciante. A nivel local, regional y global nos hemos dado cuenta de que la biodiversidad es el pilar de nuestra existencia.

Dentro de las facetas de la biodiversidad, la diversidad biológica de los sistemas de montañas es mi campo principal de estudio. Los sistemas de montañas son peculiares porque engloban, en conjunto, una elevada diversidad biológica: las montañas son barreras y los valles son refugios aislados, estas características favorecen la formación de especies por aislamiento y explican la existencia de numerosos endemismos, es decir especies con distribución restringida a una montaña o cordillera. Por otro lado, las bajas temperaturas son una barrera insuperable para la mayoría de los organismos, por tanto la riqueza de especies va disminuyendo en la parte más altas de las montañas, siendo las cumbres un ambiente generalmente inhóspito para la vida. Y aquí se encuentra la paradoja de la conservación de los ambientes fríos de cara al cambio climático: al aumentar la temperatura, una de las grandes barreras que impiden la colonización de las zonas alpinas se suaviza, permitiendo la entrada de especies desde los valles con el consecuente aumento de la diversidad. Se ha documentado, y achacado al calentamiento global, el aumento de la diversidad florística en varias cumbres europeas. Y no se trata solo de cambios en la riqueza de especies. En Estados Unidos, la productividad primaria (de la vegetación) en las zonas altas ha aumentado, beneficiando otros organismos como aves y artrópodos. La productividad primaria es una función ecosistémica asociada a la diversidad florística, y está positivamente ligada a la temperatura. Así que, si lo hilamos todo, parecería que el cambio climático esté favoreciendo, en las montañas, varias facetas de la biodiversidad, como la riqueza específica o funcional. La cuestión es en realidad más compleja y espero que el lector no abandone esta página antes de leer la otra cara de la moneda. No tenemos que olvidarnos de los pocos (y valientes, dirían los montañeros) organismos que han desarrollado adaptaciones a estos ambientes. Estas especies suman biodiversidad global porque son únicas, solo aparecen en las zonas altas, mientras que las especies que expanden su rango también aparecen en zonas bajas y por tanto resultan globalmente redundantes. Además, muchas especies alpinas tienen características funcionales únicas, como ciclos de vida que se ajustan a una fuerte estacionalidad anual, con fases de inactividad (hibernación, diapausa) cuando las condiciones son desfavorables y crecimiento o reproducción acelerados en los periodos favorables. La ocurrencia cada vez más frecuente de eventos meteorológicos extremos asociados al cambio climático previsiblemente no las beneficiará, aunque el fenómeno no está aún muy estudiado. Por ello, y para la conservación de estos ecosistemas, es importante estudiarlos y fomentar la investigación en un campo en que queda mucho por descubrir. Se ha comprobado recientemente, por ejemplo, que los gradientes de diversidad en el suelo son inversos a los de la superficie, es decir la riqueza de los organismos del suelo es mayor en las zonas frías, cuestionando el paradigma de que la máxima biodiversidad se encuentre en los trópicos.

Finalmente, me gustaría concluir justificando mi presencia en una columna dedicada a las científicas asturianas. He tenido en estos años el privilegio de conocer a muchas de ellas, y son excepcionalmente valientes. Para disculpar mi intrusión, puedo decir que soy a la vez italiana y de la Cuenca, y que, con un modesto granito, contribuyo a la diversidad cultural de la región al tiempo que disfruto de sus montañas.

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