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Sol y sombra

Insobornable Handke

Muchos estarían encantados con que de la trayectoria literaria del flamante Premio Nobel Handke se hubiera borrado la parte incómoda. La comodidad es un respiro intelectual para el pensamiento político correcto. Pero cuando Peter Handke, obstinadamente honrado con lo que él creía que era actuar de manera justa, quiso entender a los serbios y no considerarlos los únicos culpables de un conflicto, la inteligencia dejó de entenderlo de él. La agresividad con que lo trataron, no le arredró. Al contrario. Como escribe en "Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Save, Morava y Drina", con cada artículo, con cada comentario, con cada análisis, más digno de ser estudiado o de que alguien lo mirara, recibía un impulso. Lo llamaron proserbio, yugófilo, etcétera, pero él quería seguir viajando de manera anónima por los pueblos de la "encogida Yugoslavia" para constatar que ellos no eran los únicos agresores como la propaganda occidental trataba de transmitir a todas horas. Su dura condena de los ataques aéreos de la OTAN sobre Belgrado y, años después, su discurso en el funeral de Slobodan Milosevic parecían haberle condenado para siempre como un autor maldito, provisto de una extraña incoherencia y encerrado en su propia confusión.

Pero resulta imposible separar la parte retorcida del tallo del hongo, ignorar sus libros sobre Yugoslavia, las entrevistas y la postura mantenida desde los noventa sobre el conflicto balcánico, del monumental trabajo del escritor austriaco, autor de "Carta breve para un largo adiós", "El miedo del portero ante el penalti" o "La mujer zurda". Todo pesa en el cielo sobre Berlín, una vez triste tierra de nadie en medio de la ciudad dividida. A Handke siempre les gustó escribir del mundo del que apenas queda nada y que se desacelera de manera milagrosa. Fue lo que hizo al mantener una postura insobornable frente a la oficialidad. Y lo ha hecho, además, valiéndose de una hermosa narrativa poética.

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