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Sol y sombra

La "lucha pacífica"

Lo peor del procés es que no hay señal de arrepentimiento

Después de la teoría de la ensoñación esgrimida por el Tribunal Supremo, la cháchara versa sobre la "dulce violencia" en Cataluña, que no concluirá lamentablemente ni con la puesta en libertad de los condenados por el golpe que los magistrados han considerado una farsa. Miquel Buch, consejero de Interior de la Generalitat, clamó ayer por la "lucha pacífica", un monumental oxímoron tal como están las cosas y del modo en que arden los contenedores.

Gandhi, defensor de la resistencia no violenta, decía que no existen caminos para la paz, que la paz es el camino. Pero Torra no se parece a Gandhi ni a Luther King, es un supremacista crecido dispuesto a apagar el fuego con un bidón de gasolina. Lo peor de esta historia es que no hay señal de arrepentimiento entre quienes desafiaron al Estado: el discurso, lejos de aplacarse, se ha fanatizado hasta el punto de transportar a Barcelona a las hogueras de su pasado más trágico.

La justicia laxa que emana de la sentencia forzada del alto tribunal ha dejado paso a la política exaltada de las pasiones. Ningún partido querrá perder la oportunidad de sacar tajada electoral de Cataluña haciendo quintacolumnismo con los independentistas y sumándose a la protesta de los CDR, o bien adoptando la postura del gendarme. La hora de la política ha llegado dicen algunos pero coincide con que el 10-N están convocadas unas elecciones. Siempre las coincidencias. Si alguien para explicar la vida sostiene que es una coincidencia, la pregunta sería de qué tipo.

Discutir sobre el grado de violencia del procés ha dejado de ser materia jurídica para convertirse en un asunto de oportunidad electoral.

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