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Pronóstico reservado

La formación de un nuevo Gobierno

Lo tengo dicho. Pocas profesiones tan arriesgadas como la de pronosticador electoral. ¿Qué se puede esperar de las próximas elecciones? Los estudios demoscópícos tienen de referente bases de datos secuenciales y sondeos periódicos. Sondeos o encuestas, no obstante, solo reflejan el instante de su realización. Y ese es su problema y el de cuantos especulamos sobre las posiciones que los partidos pueden adoptar a lo largo de la campaña en periodo electoral. Y después. Sobre todo después.

Al final, lo que verdaderamente cuenta, es lo que pase después. En nuestras actuales circunstancias, el tiempo que medie entre el día sin retorno de la votación y un nuevo Gobierno está lleno de ominosos interrogantes. El horizonte se presenta tan abierto que lo que pueda, o no, suceder necesariamente influirá en las decisiones finales.

Sabemos ya que Cs no aceptó la alianza preelectoral que le ha ofrecido el PP. Sería un error suponer que Rivera, contra su costumbre, no cambiará de criterio. Su decisión táctica no es inquebrantable. En política rige también el instinto de supervivencia. Su regla de oro es "nunca digas nunca jamás".

Tiene sentido suponer que Ciudadanos mantendrá la ambigüedad toda la campaña en tensa espera de lo que los votos le deparen. Lo previsible es que solo pueda ofrecer un resultado menguante. Su margen es cada vez más estrecho. Tras abandonar Cataluña a su suerte, el tardío voto de censura no mejora las expectativas. Era su última oportunidad.

Las opciones posibles son más complejas para el señor Sánchez, ocupante de la Moncloa. En cualquier caso, residir ya en La Moncloa es su principal ventaja estratégica y no titubeará en aprovecharla. Si en las anteriores elecciones puso encima de la mesa los "viernes electorales", en las que se avecinan, el 10-N, tiene a mano armas formidables. ¿O no?

La exhumación de Franco, el "proces", y la inesperada irrupción de Más País, por ejemplo. Su efecto es, no obstante, problemático. El que llaman su "proyecto estrella", la exhumación, tantas veces aplazada, sigue sin ejecutarse. Está por ver si se consuma en periodo electoral. Hacerlo en campaña o más tarde es una granada de dispersión incontrolable.

El franquismo residual se resiste a desaparecer. Adormecido entre olvido y recuerdo, la torpeza del Gobierno socialista y el contumaz rencor de la izquierda han desempolvado su nombre. Es un despropósito más que añadir a esta cadena de errores. El traslado de los restos mortales del extinto Jefe del Estado a un lugar de "culto" simbólico como El Pardo (más cercano, mejor comunicado y accesible que la Basílica de Cuelganuros) es una equivocación monumental. En el más estricto sentido de la palabra.

Lo probable, una vez hechas las sumas y restas con los resultados, es que volvamos al punto de salida. Con una diferencia. Si no se alcanza la mayoría suficiente, el comodín nacionalista sería inutizable a causa de sus propios errores y del hartazgo y rechazo que provoca en el resto de España.

Por otra parte, la perspectiva de otro bloqueo y unas nuevas elecciones ya no favorece a nadie y sería para todos los partidos, insisto, todos, un desastre sin precedentes.

Si admitimos como hipótesis que estas adversas posibilidades cambiaran de signo antes o después de las elecciones, todavía le quedan al nuevo presidente graves incógnitas que despejar.

El Gobierno -en funciones- se obstina en convencernos de que el panorama económico no afectará a España. ¿Cómo puede saberlo?

Los indicadores interiores y exteriores van a peor. EE UU y China mantienen su guerra comercial. Ya era suficiente, pero Trump acaba de incorporar Europa y España a las hostilidades.

El Brexit parece encaminarse al peor de los escenarios posibles. Para añadir más nubarrones a la tormenta perfecta que ensombrece el horizonte, solo faltan un conflicto armado en el Golfo Pérsico, el empeoramiento de la crisis en Hong Kong, y el impeachment a Donald Trump. Ni todas las artes adivinatorias juntas son capaces de saber lo que ocurrirá de aquí al término del presente año, o todo lo más, al final del próximo.

La guerra comercial de EE UU y China depende de la evaluación de daños colaterales por cada uno de los afectados. Para Trump y Xi Ji Pin ha de contarse además con el factor humano. Enfrentados ambos a dos problemas internos (impeachment y Hong Kong), puede ser tentador enarbolar la bandera del interés nacional.

Las dos grandes potencias (tres, si incluimos a Europa), se necesitan mutuamente para sobrevivir. Firmarán la paz más pronto que tarde. En este contexto no debe excluirse para consumo de la opinión pública, un conflicto armado en el Golfo Pérsico, ni una dura intervención china en Hong Kong.

Más cercano a los intereses españoles, el Reino Unido y Europa no encuentran fácilmente el hilo de Ariadna que les saque del laberinto. Con ajustes estructurales a la vista, un Jonhson imprevisible, Angela Merkel en forzoso retiro, Macron en sus horas más bajas y un futuro incierto en algunos gobiernos, no se nos ofrece el mejor escenario para la Comunidad.

Así las cosas, a un político de fuste, no le basta la ambición personal. También ha de pensar en su partido y poseer cierta coherencia emocional con un ideario. Si la ambición se le supone a todo político, lo que definitivamente le motiva es permanecer. Ganar las sucesivas elecciones. Como bien dijo Andreotti, "el poder desgasta, pero más la oposición.

De los líderes en liza, Casado es el que lo tiene más fácil en el día siguiente al 10-N. Puede abstenerse, o negociar un vigilante pacto de legislatura. Y esperar? Solo la imposibilidad de un Gobierno Sánchez le impulsará a dar un paso al frente.

La situación en España es tan paradójica que después de vilipendiar al bipartidismo y clamar por una reforma electoral que instale la segunda vuelta, nos lamentamos de vernos abocados a experimentar ambos.

Ya están aquí. Tenemos una segunda vuelta de hecho y hemos de operar entre los dos partidos que obtengan el voto mayoritario. Lo que salga definitivamente de las urnas, mostrará los dos pulmones de la sociedad. Uno progresista y conservador el otro. Son el nuevo rostro de un bipartidismo imperfecto. El imaginario del "centro", pierde significado. Es el maquillaje de sus perfiles menos atractivos.

Solo resta que los grupos integrantes de cada bloque comprendan que es cuestión de vivir o desaparecer. No es hora de rivalidades ni de protagonismos.

Las nuevas elecciones serán una ducha fría de realidad ante el horizonte de sucesos que nos espera. El acoso a Donald Trump y el desafío de Hong Kong a Xi Jin Ping les sitúa ante la tentación de huir hacia adelante enarbolando la bandera del interés nacional.

El Golfo Pérsico y la isla asiática son objetivos propicios. Si este es el caso, complicaría a cualquier nuevo Gobierno el riesgo implícito de buscar el/los socios adecuados, ante un posible fracaso. O un difícil éxito. Hay que tener el coraje de apostar...

Éxito y fracaso, esos dos impostores nos advertía sabiamente Kipling. ¿Que hacer? Ya digo, pronóstico reservado.

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