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Camilo José Cela Conde

¿Más de lo mismo?

El nuevo Gobierno

Creo que yerran los comentaristas que han salido al paso de las elecciones del domingo diciendo que, si antes era difícil lograr un pacto de investidura, ahora lo es más. Es verdad que se tiene la sensación de que para este viaje no eran necesarias semejantes alforjas, que la legislatura anterior habría podido alcanzar más de un pacto de gobierno capaz de sacarnos del bloqueo permanente y de forma más cómoda.

Pero por las razones que sean -confianza excesiva en las propias fuerzas, egos disparados- los protagonistas de aquella situación que no es ahora más que agua pasada, con Pedro Sánchez al frente, prefirieron ir a elecciones.

Algunos han pagado la estupidez con sangre, como Ciudadanos, al borde de la desaparición. Otros vuelven a echar cuentas. Y, ya digo, en contra de lo que sostienen editoriales y columnas, a mí me parecen muy claras. Porque la suma del PSOE, Unidas Podemos, Más País, el PNV, Esquerra Republicana de Catalunya y del congresista cántabro alcanza, si no he hecho mal las cuentas, 179 escaños. Mayoría absoluta incluso sin necesidad de recurrir a Bildu. Y, con el escarmiento cercano de la legislatura fallida, aumentan las probabilidades de que se llegue, ahora sí, a un acuerdo de investidura.

El problema aparece al considerar qué más asoma en el panorama político cuando tengamos un Gobierno de verdad. Porque, si los números no me fallan, hasta 125 escaños están en manos de quienes, por una razón u otra, se oponen a la Constitución actual (sin contar los doce del Partit Socialista de Catalunya) y la mayor parte de esos digamos disidentes va a aupar a Sánchez a la Presidencia -en la práctica, todos menos Vox-, igual que sucedió en la moción de censura contra Rajoy. Pues bien, ¿se avendrá el Partido Socialista a adentrarse por las aguas de una reforma constitucional en tales condiciones y con semejantes compañeros de cama?

Que tenemos que reformar la Carta Magna de 1978 porque ya no nos sirve la de la Transición para resolver los conflictos actuales es obvio. Pero cómo hacerlo supone una cuestión muy, pero que muy diferente. Si fuésemos alemanes -alemanes mayores de edad-, el PSOE y el PP ya estarían negociando un pacto de gobierno que incluyese la necesidad de llevar a cabo la reforma de la Constitución. Pero, que yo sepa, ninguno de los fontaneros de los principales partidos que forman las Cortes tiene esa posibilidad ni siquiera como hipótesis.

Con lo que vamos a divertirnos. O a aterrarnos, como queramos. Tanto en la investidura en segunda vuelta como a la hora de presentar y aprobar unos Presupuestos. Porque todavía quedará bajo la alfombra el verdadero problema: ¿serán capaces sus señorías de inventarse la solución que necesita el desafío del soberanismo catalán?

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