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Dadá

Reflexión tras las últimas elecciones generales

La democracia necesita desarrollar un sistema inmune poderoso.

El pueblo es soberano y decida lo que decida, si lo que decide se puede decidir, entonces cabe concluir que está bien decidido, y por lo tanto tiene la razón. Ese es el principio y el final de la democracia, llegar a la solución de los problemas mediante el consenso de las diferentes opiniones, programas, sensibilidades. Pero la democracia española parece el conejito de Duracell, siempre volviendo a la casilla de inicio, como en el juego de la Oca cuando uno cae en la cárcel, o lo que es peor en la casilla de la muerte.

Le ocurrió a Rivera, que no entendió en las pasadas elecciones que España pedía un gobierno de centro-izquierda. Lo desoyó, quizás ayudado por un Sánchez que tiene un gran complejo narcisista y creyó que la ciudadanía es como un algoritmo numérico, que converge (cuando converge) iterando. ¡Bloom! Aquellos que cambiaron el voto serán malos padres, porque permitirán que sus hijos se rijan por el capricho. El voto en España debería ser determinista y aunque se votase 20 veces seguidas el margen de error debería ser ínfimo, de modo que las diferentes realizaciones del voto mostrasen la misma panorámica. Pero eso no fue así, porque pese a que no hubo actividad, si hubo pinza, y los ciudadanos decidieron cargarse a Ciudadanos. Parece una redundancia. Y los votos se fueron a los extremos, a Vox, que rentabiliza la crisis territorial en Cataluña, la exacerbación contra la ley de violencia de género, y el voto contra la emigración. La visión de Vox es puramente dadaísta, como si los emigrantes que han llegado al Ejido o a la región de Murcia, regiones pobres y deprimidas en el pasado, lo hubiesen hecho por generación espontánea. ¿Quién recoge las fresas o los tomates y pimientos bajo ese mar de plástico bañados de glifosato? Parece mentira que en esas regiones no se alcance el paro cero. ¿Por qué será? ¿Cuál ha sido el efecto llamada en este caso? Recogen la riqueza proveniente de la explotación de la emigración unos cuantos, y los problemas los repartimos entre todos, porque no se hace ninguna política de adaptación, sino mercadeo con seres humanos. Los mercaderes están afincados en la misma tierra donde nacieron. Me recuerda a las plantaciones en Alabama y en Mississippi, en las que se habla de la historia de los explotadores, pero no de los explotados, y a los esclavos africanos nunca se les pone cara. Y para resolver el problema que ellos mismos generaron crearon el Ku-Klux-Klan, porque los negros eran considerados como animales, seres inferiores, y la emigración es molesta cuando sale de los invernaderos a respirar aire puro. España para los españoles, antes que para los moros y sus harem, como decía un candidato a unos cuantos paisanos en un chigre que estaban jugando la partida. Siempre tiene que haber uno que pille el bocarrana. "Make Spain great again", es la gran mentira populista de aquellos que aborrecen la diversidad, y la multiculturalidad de un país que por definición es diverso. El feminismo es un cáncer y los homosexuales una tribu que no debería tener nuestros mismos derechos, por ejemplo el del matrimonio. Y luego está Cataluña y los bolcheviques. Hay que pegar España con pegamento Imedio. España necesita un nuevo Caudillo, un Cid Campeador que combata a los herejes, que son todos aquellos que pensamos diferente.

Esto es resultado de unos partidos que no saben gobernar en un centro político y que promulgan medidas excluyentes. Y todo se mezcla en nuestra realidad, Venezuela, Cuba, Chaves, Ortega, Maduro, Morales, y todos estos caudillos mequetrefes populistas venidos a menos. Ya es hora de que se enteren: nadie quiere para España una república bolivariana bananera, nadie quiere esta bazofia, ni tampoco un país donde renazcan las esvásticas. Queremos una clase política patriótica, que defienda la estabilidad del sistema democrático, que plantee las cuestiones fundamentales que preocupan a la ciudadanía, con una mirada al futuro: sanidad, educación, vivienda, alquiler, generación de riqueza, justicia social, pensiones, envejecimiento y natalidad, diversidad, igualdad de género y de oportunidades, seguridad, política exterior y de emigración y solidaridad con nuestros vecinos y con otros países, y obviamente también de protección de fronteras, para que los que entren sean conscientes que aquí vienen a aportar y a ser ciudadanos de plenos derechos y deberes, que esta última parte a veces se olvida, como también se obvia la primera.

Queremos una clase política que hable de nuestros problemas, no de sus rencillas personales, de problemas de insomnio. Los líderes tienen que mantener las formas y saber llegar a acuerdos, porque España es multipartidista y el bipartidismo no volverá. La distribución del voto tiene al menos cinco modas, y el PP tiene un gran problema si desaparece Ciudadanos, porque tendrá que elegir entre ocupar el centro liberal y competir con la extrema derecha. Por la izquierda, el PSOE y Podemos tendrán que converger hacia posiciones social demócratas, evitando estridencias. Todos ellos tienen que buscar la estabilidad de un país que debería deambular en ese centro que tanto se maltrata y que depende de intereses nacionalistas espurios. Al fin y al cabo, se trata de crear un país más justo, donde se reparta la riqueza y vivir se perciba como un privilegio. Tenemos muchos ingredientes para ello, porque España es un gran país, pese a que hemos ahondado en la brecha social. Quizás haya que redefinir los axiomas, definir como patriota aquel que favorezca la gobernanza, erradicar el cáncer del sistema, es decir, aquellos partidos de una u otra ideología que aprovechan la democracia para combatirla, para menoscabar derechos. Habrá que cortarles los telómeros judicial y constitucionalmente, y aquí paz y después gloria.

Esto es como la historia del burro y el aldeano que tiraba de él, y el burro (que creía saber física) le respondía que no podía moverse a causa del principio de acción-reacción, es decir, si el aldeano ejercía una fuerza sobre él, por el principio de reacción se ejercería la contraría y la resultante sería nula, con lo cual el burro estaría en reposo. ¿Cómo convencer al burro de que está equivocado? Dándole clases de física. De igual manera habrá que hacer con nuestra clase política para se centren y desactiven de una vez el problema catalán que tanto daño nos hace como país, marcando la agenda. El PP tiene que elegir entre abstenerse o desintegrarse. Así de claro.

Parlez moi de moi, toi!, como diría Albin de la Simone, ese gran cantautor francés tantas veces ignorado. C'est mon dadá! Parlons de nous!

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