El Día Internacional de la Violencia de Género se ha fijado en el 25 de noviembre. Y es un buen momento para la reflexión. Pero hoy sólo es eso, una fecha señalada, un símbolo. Porque la realidad es que no debe haber sólo un día para concienciarnos de la lacra que supone la violencia de género. La realidad es que deberíamos reflexionar sobre ello cada día. Sin distinciones ni fechas marcadas.

Deberíamos reflexionar sobre esta tara que sufre la sociedad. Hay algo que estamos haciendo mal. Hay algo que no sabemos atajar. Hay algo en lo que estamos fallando pese a que existe una labor constante de concienciación y de educación.

En lo que va de año han sido cincuenta y una las mujeres víctimas de violencia de género en nuestro país. Una cifra escalofriante que nos habla de un problema social arraigado, si tenemos en cuenta que, según las estadísticas del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, a estas alturas de año la cifra se suele situar entre las cuarenta y las sesenta víctimas mortales. Para valorar la gravedad de estos datos, basta recordar que en el año 2018 fallecieron en Asturias, en accidente de tráfico, cuarenta y tres personas. Una comparativa desgarradora. Una radiografía que nos da una imagen fidedigna del problema del que hablamos.

.

Y viendo esto, es evidente del largo camino que aún nos queda por recorrer. Aunque lo cierto es que es más largo el que nos ha traído hasta aquí. Porque el germen que ha impulsado este tipo de violencia viene de muy atrás. Está en el día a día, en el cine, en la música, en la educación, en una sociedad que había normalizado vicios que hoy no toleraríamos.

Muchas de las películas de nuestra infancia trataron cuestiones que hoy ni nos plantearíamos. Eran, a menudo, actuaciones consideradas cómicas. Hoy, viéndolas desde la distancia y la evolución, las encontramos terribles. Y aquí me viene a la cabeza Josema Yuste horrorizado de su célebre sketch de "mi marido me pega". Incluso uno de los grandes clásicos de nuestro rock and roll hoy podemos verlo con una perspectiva radicalmente opuesta. Pasaron de ser canciones malditas, a himnos que reflejan la lucha contra la violencia. Es el caso del tema "La mataré", de Loquillo. Toda una catarsis artística causada, únicamente, por la evolución social.

El camino, insisto, es muy largo. Pero tiene un fin. Y debemos saber cómo llegar hasta él. La educación y la concienciación son la base, es evidente.

Es menos evidente que existan sectores sociales que pongan en duda y lleguen a polemizar acerca de cuestiones tan evidentes como el caso de La Manada, donde la propia víctima fue culpabilizada. Es sorprendente, cruel y penoso. Igual que lo es que existan opciones políticas que nieguen la necesidad de educar en la igualdad o que hagan demagogia al respecto. Es altamente preocupante. Y contradictorio.

Es contradictorio porque se plantea en un escenario en el que todo el espectro político rema en la misma dirección. Salvo alguna excepción inaudita. En Ciudadanos nuestro compromiso en la lucha por la igualdad y contra la violencia de género es más que evidente. Y somos más los partidos democráticos que estamos trabajando juntos cumpliendo un pacto nacional que quienes miran hacia otro lado. Tenemos que respetar ese pacto. Desarrollarlo sin peros ni objeciones. No podemos consentir que lo resquebrajen. Ni que coarten nuestras libertades.

Y qué mejor muestra de libertad que la confluencia de diferentes perspectivas y propuestas en una cuestión completamente transversal como debería de ser la lucha contra la violencia de género. Nos apena ver cómo en materias como ésta, o la igualdad, o los derechos colectivos como el LGTBI, algunos se ponen de lado y otros quieren monopolizar esta bandera como propia. Ese no es el camino. La división no conduce a nada. Debemos sumar. No dividir.

La igualdad es una rueda. Y no va a dejar de girar hasta que no logremos el objetivo final. Para que nuestros hijos nunca se planteen este tipo de problemáticas. Tenemos que luchar por erradicar la violencia de género. Tenemos que conseguir que el terrible contador de víctimas se quede, para siempre, a cero.