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Miedo

Educar y concienciar para acabar con las desigualdades de género y con la violencia machista

No quiero tener miedo, ni quiero que lo tenga mi hija o la suya si un día llega a tenerla. Tampoco quiero que lo tengan las mujeres que me rodean, ni tú que me estás leyendo o tú que no me has leído nunca.

El miedo, por desgracia, forma parte de la vida de mujeres. Y no hablo de este atroz que sufren muchas y que llega cuando aquel con el que comparten techo entra por la puerta. Ese es el eslabón final de una larga cadena de temores con los que convivimos a diario y que, por desgracia, en ocasiones, llegan a lo terrible, a lo abominable: a una violación o a la muerte incluso.

Hemos hecho de esos miedos algo tan cotidiano que pasan desapercibidos y los hemos incorporado a nuestras vidas como parte de algo que debemos recordar y que, solo por el hecho de ser mujeres, debe preocuparnos más y debe hacernos ser más cautas: una calle oscura, llegar solas a casa por la noche, entrar en un portal, tomarte unas copas?seguro que podríamos añadir muchas más cosas a una lista que el otro día pensaba que más que larga era indignante.

No se trata de demonizar, se trata de educar, de concienciar, de procurar que el mundo sea un sitio mejor para todas las personas. No puedo desvincular mi reflexión de mi tarea docente. Tenemos,-creo que ya se ha convertido en una obligación-, que darles herramientas a nuestros niños y niñas para que esos temores se acaben desterrando, para que no vean normal lo que no lo es. Creo que la educación es una de las claves fundamentales para luchar contra la violencia, del tipo que sea, y, por supuesto, para hacer mayor hincapié en la lacra que supone la de género. Abordar desde diferentes perspectivas cuestiones de género con nuestro alumnado le ayudará a ser más libre y a respetar más a las demás personas, al tiempo que estaremos construyendo una sociedad más igualitaria y más justa.

Dicen que lo peor que tiene el miedo es la sombra que proyecta, que esa, nos atemoriza más. Quisiera con mis palabras hacer visible lo que algunos se empeñan en invisibilizar, arrojar luz para evitar las sombras y dar voz a todas aquellas personas que no han podido ni pueden alzarla. Una voz que grite, que salga a las calles, que las tome y las haga suyas, para que no haya más miedo, ni temores. Tu voz, mi voz, la de todas.

(Dedicado a todas las víctimas de violencia de género, para que sus nombres también nos griten hoy y nos ayuden a sentirnos un poco más fuertes y capaces de vencer nuestros miedos.)

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