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Los "sin techo" en Gijón, una realidad lacerante

Los datos dados a conocer en su edición de ayer por este periódico acerca de los "sin techo" que duermen en la calle en Gijón resultan tan dramáticos como alarmantes. Se trata de una realidad social por todos conocida pero de la que hasta ahora no se disponían datos fiables. Gracias al recuento realizado el pasado lunes, en un recorrido nocturno sin precedentes, por medio centenar de voluntarios por iniciativa de Mar de Niebla, una de las entidades de carácter social más activas de esta ciudad, los gijoneses hemos sabido que 439 personas no disponen de un hogar en el que vivir, de las cuales 142 duermen en chabolas, cajeros, portales y naves abandonadas y 78 lo hacen al raso. Las 297 restantes pernoctan en instalaciones de la beneficencia social, como el Albergue Covadonga o la Cocina Económica, que acogen entre ese número a una treintena de menores cuyos padres no pueden ofrecerles otro alojamiento.

Se trata de una realidad injusta ante la que no cabe, como sociedad, mirar hacia otro lado, y que empieza a afectar a familias cada vez más jóvenes y también a cada vez más mujeres que quedan a la intemperie de la más absoluta necesidad. El caso más reciente lo denunció hace unos días también este periódico, el de una viuda de 68 años, exfuncionaria jubilada y con titulación universitaria, que pasa las noches en el soportal de un local comercial de la avenida de la Costa cerrado desde hace meses. Ha cambiado el rostro de la indigencia: ya no se percibe sólo el perfil de hombres en edad madura con problemas con el alcohol o las drogas, ni de inmigrantes que perdieron su trabajo cuando arreciaron las inclemencias de la crisis económica y que no tienen ya de qué vivir.

Vivimos en esta ciudad, como en otras tantas del país, un proceso imparable de cronificación de la pobreza, una realidad que afecta ya a la mayoría de los países desarrollados. Y que en Gijón exige una intervención urgente y rápida. Las entidades sociales que apadrinaron el recuento esta semana de personas que viven en la calle y que dieron la voz de alarma ya han apuntado medidas inmediatas cuya viabilidad el Ayuntamiento debería plantearse. Algunas muy sencillas, tales como duchas públicas de acceso gratuito, puntos de lavado y secado de ropa, taquillas públicas para quienes viven en la calle; y otras más costosas y de mayor calado, como la dotación de centros abiertos las 24 horas del día y más recursos nocturnos.

La protección de los más vulnerables no puede quedar en último extremo en manos de entidades privadas altruistas y organizaciones de caridad cuya labor resulta encomiable pero que ya no logran abarcar las necesidades más urgentes del cada vez más elevado número de "sin techo". Existe una urgencia social que asumir y que atacar, ante la que no se puede seguir mirando hacia otro lado, ni la sociedad en su conjunto ni las administraciones públicas, a la vista de la frecuente ineficacia de las prestaciones sociales. Que las personas sin hogar se hayan vuelto invisibles a los ojos del común, como si los que duermen en la calle se hubieran convertido en mobiliario urbano, no evita que esa realidad tan lacerante exista.

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