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José María de Loma

Vámonos de puente

La mejor idea política de este país ha sido mantener los largos calendarios festivos

De pronto, un puente. Ahí, en lontananza, cercano, a punto de llegar. Un puente, o sea, un festivo, en este caso dos, pegado a un fin de semana. La mejor idea política de este siglo en España ha sido no suprimir los puentes, idea que llegó a proponer algún lumbreras, en día laborable, como remedio a la crisis. Trabajar cansa, que decía Pavese. También le cansaba escribir y vivir, por eso se suicidó, tal vez un lunes, que es un día en el que hay pocas ganas de vivir. Salvo que el martes sea fiesta. Los puentes no se podían suprimir por dos razones. La primera porque benefician a nuestra gran industria, el turismo. La segunda: porque entonces no sé de qué hablaríamos en la oficina. Tú te vas a pillar el puente, qué vas a hacer en el puente, me ha dicho González que se va a Laponia el puente. Y en ese plan. Por cierto, igual que usted, no sé qué haremos con los niños, beneficiarios casi siempre de cualquier puente. El que viene es de la Constitución para los más laicos, poco nacionalistas y convencionales. Para otros es el de la Inmaculada, si son religiosos. O no. Ahora está de moda llamarlo el puente de diciembre. No vale. En diciembre hay más puentes que en el Ebro. Para la creatividad española es muy soso lo de puente de diciembre. Puentazo. Quién pudiera. El ordenata te bombardea con ofertas a Canarias, París, Londres o una gira por Argentina. Madurar es comprender que nunca conocerás Montevideo. En Berlín hace frío, pero más frío interior da no viajar. Hay que tomar un café caliente y reconfortante en el hotel Adlon y planear el almuerzo luego de ver la puerta de Brandenburgo. París siempre conviene. París bien vale una moza. A mí el Caribe no me llama, me he criado en Torroles y Marbella pero una vuelta por el Egeo, con sus islitas y sus casas de blanco y azul remansaría el espíritu, un vinito, una musaka, buenas lecturas y el sol griego que es como un regalo de los dioses pero sin el como. Los puentes representan la evasión, el oasis. También el infierno para los sin curro, jubilados y solitarios. Desconfía del que te diga que no le gusta la fiesta, dijo el poeta americano Criss Jami, que como aforista es regular nada más, pero como fiestero apunta maneras. Se acerca el puentazo y bullen los buscadores de oferta. Los prudentes saben que diciembre, paradójicamente, el bolsillo está para pocas fiestas antes de las fiestas. Hay que dosificarse. Lo que no significa no pegarse un puentazo. Un buen viaje interior también vale.

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