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Matías Vallés

Europa se fía más de Valtònyc que de sus jueces La euroorden contra un rapero

Redactar una euroorden debería ser para un juez como pergeñar una gacetilla para un periodista, un abajamiento por debajo de su capacitación, un escrito que se tramita sin prestarle atención con rumbo a un colega europeo, para que proceda automáticamente a cumplir con lo requerido.

La inmediatez de la respuesta europea se ha visto interrumpida en las numerosas euroórdenes vinculadas al procés y al rapero Valtònyc. Pueden entenderse las exquisiteces de las autoridades continentales, al examinar la extradición de todo un president de Cataluña. Ahora bien, la incapacidad de redactar un escrito en condiciones para repatriar a un condenado rapero condenado por el Supremo obliga a pensar que algo huele a podrido en el material elaborado por los jueces españoles para consumo internacional. Y si los más egregios magistrados lo ignoran todo de un procedimiento elemental, cabe imaginar la validez de su juicio en asuntos más alambicados.

Llarena despachó la enésima euroorden para repescar a Puigdemont en castellano cervantino, un desplante idiomático que a estas alturas debe provocar la carcajada. En el caso del juglar de letras desafortunadas pero quizás no tan delictivas como se piensa en España, las altas instancias europeas se fían más del huido que de los jueces que lo condenaron en la Audiencia Nacional y el Supremo.

La UE no las tiene todas consigo con la justicia española. Si olvidarse de los idiomas continentales apunta solo a crasa ignorancia, retorcer la legislación retroactivamente para capturar a Valtònyc provoca un enarcamiento de cejas que ha escandalizado al abogado general del Tribunal de la Unión.

Trampear con las leyes a aplicar para simplificar el trabajo no solo es un rasgo de soberbia, que entorpece la bona fides entre distintas administraciones. El recurso a la picaresca de magistrados eximios supone un desprecio a la UE, transmite la convicción de que nadie se va a molestar en revisar la pureza del caso. Seguro que este grosero proceder se inspira en el funcionamiento habitual de los expedientes en España.

De los tres años y medio de cárcel que arrastra Valtònyc, los dos años por apología de un terrorismo que ya no existe pueden ser chocantes, y todavía más el año por injurias a la Corona. Los inspiradores de la euroorden le conceden escaso crédito a su condena, dado que tienen que disfrazarla para que Bruselas la convalide. Más allá de la insistencia en demostrar que Bélgica, Escocia, Schleswig-Holstein y Suiza son paraísos fascistas, convendría detallar cuál es la diferencia judicial exacta entre la España actual y la de épocas pretéritas, de las que en Europa parecen guardar una notable memoria histórica.

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