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Una llamada al acuerdo presupuestario

Las consecuencias del bloqueo para los ciudadanos y para la consolidación del Estado del bienestar

A las puertas de la presentación del proyecto de Presupuestos en la Junta General del Principado, otra vez se mantiene la incertidumbre si finalmente contarán con la mayoría necesaria o repetiremos la funesta manía de la prórroga.

A diferencia de la situación del Gobierno de España, en Asturias la normativa legal ha facilitado la investidura en minoría. Un procedimiento atípico en una democracia parlamentaria en que la mayoría no es automática sino que se construye mediante el diálogo y el acuerdo parlamentario.

La ventaja inicial es que impide el bloqueo de la investidura y la repetición electoral. El inconveniente, sin embargo, es que si no andas listo en articular desde el Gobierno en minoría las alianzas imprescindibles para gobernar, el bloqueo te espera a la vuelta de la esquina, en concreto en el primer proyecto de Presupuestos.

En eso estamos otra vez en Asturias: Otra vez con un Gobierno en minoría y otra vez en incertidumbre presupuestaria y con la amenaza de la prórroga presupuestaria y el bloqueo político.

Y digo otra vez, porque esta ha sido la tónica desde que la crisis económica, la austeridad y sus ajustes provocasen el malestar ciudadano y la crisis de confianza democrática que ha cambiado la representación, hasta entonces bipartidista e imperfecta por el pluripartidismo, y ha renovado a prácticamente todos los representantes en las instituciones. Una nueva representación pluralista y un relevo en los partidos tanto en la izquierda como en la derecha que en vez de facilitar el diálogo, el acuerdo y la regeneración de la política, se ha visto arrastrada por el contrario hacia el remolino de la agitación, la polarización y en definitiva al populismo.

Desde entonces, las investiduras se complican allá donde la mayoría es imprescindible y donde, como en Asturias, no lo es, lo que se complica es la aprobación de los Presupuestos. Y en esas estamos. Sin embargo, el bloqueo no es una condena irremediable, ni el signo de los tiempos.

Es cierto que la crisis y su gestión injusta con la gran mayoría ha provocado malestar social, desconfianza política, indignación y rabia anti política. Es cierto también que dentro y fuera de nuestras fronteras ha degenerado en forma de retropías identitarias ( en términos de Z. Bauman) como el "Brexit", el "procés" o la vuelta de la extrema derecha a áreas de Gobierno en muchos países.

Pero también es cierto que una mayoría de ciudadanos no se han dejado tentar por estos cantos de sirena y han mantenido contra viento y marea su participación electoral y su apoyo a las instituciones democráticas. Buena muestra de ello han sido el reciente ciclo electoral, si bien con la señal de alarma de la extrema derecha.

Mantener la confianza de la mayoría y recuperar la de los desafectos pasa hoy por hacer gobernable la pluralidad de la representación, haciendo prevalecer el interés general ( que a pesar de todo existe) por encima de la legitima competencia partidista. Dar seguridad democrática es hoy una prioridad vital para hacer frente también a los agitadores del miedo y el odio. Ese interés general, que hoy como ayer se refleja anualmente en las cifras y los conceptos presupuestarios y del que en comunidades autónomas como Asturias dependen la recuperación de los derechos sociales y servicios públicos tan esenciales para el bienestar y la seguridad como la sanidad, la educación, los servicios sociales, las políticas activas de empleo o la administración de Justicia. También son imprescindibles para mantener al menos las inversiones públicas en infraestructuras, equipamientos y la gestión de las ayudas al campo asturiano, así como para recuperar el lugar de la investigación y la innovación de nuestra Universidad y de nuestra Industria en un proceso ineludible de transición tecnológica y ecológica.

Pero aprobar estas cuentas va mucho más allá. Significaría la consolidación de una legislatura de cambio y regeneración que hace cuatro años pudo haber sido y no fue.

Significaría poner el timón en la buena dirección para consolidar y cambiar la gestión de nuestro Estado del bienestar, conectar nuestra ciencia investigación e innovación con la industria sostenible del futuro y ordenar el territorio del área metropolitana central sin olvidar los retos del despoblamiento.

Por eso hoy no valen las proclamas populistas del todo gratis, tampoco las del izquierdismo sin contenido concreto y viable, ni las estrategias alicortas de desgaste ni las excusas de mal pagador en un contexto de precariedad, desaceleración y transición económica.

En la izquierda seguiremos debatiéndonos entre el dogma y la práctica, entre principios y responsabilidad. Pero desde mi experiencia parlamentaria, sobre todo entre fuerzas progresistas e incluso más allá, más vale un acuerdo insatisfactorio que un bloqueo. Un mal acuerdo que un buen pleito.

Sobre todo si de gobernabilidad y presupuestos hablamos, donde no hay otra alternativa que la prórroga y la repetición electoral.

A la luz de la experiencia reciente, el bloqueo no tiene ganadores, solo perdedores entre los ciudadanos, y ha debilitado electoralmente al conjunto de la izquierda. No sigamos llamando a las puertas de la resignación nihilista o de la rabia antipolítica.

Se trata de las asturianas y asturianos, de aquí y de fuera. Se trata de Asturias.

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