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Bakhita

La vida de una grandísima figura que África ha dado a la humanidad y a la Iglesia, cuyo nombre significa Afortunada y le fue impuesto por sus secuestradores

El 8 de diciembre de 1896 emitió sus primeros votos en el Instituto de las Hijas de la Caridad, fundado por Santa Magdalena de Canossa. Se las denomina también "canossianas". Recorrió un camino muy largo y doloroso hasta llegar a ese momento de entrega a Dios, ya que los años de su esclavitud fueron terribles, pero "nunca me desesperé, porque sentía dentro de mí una fuerza que me sostenía", confesó.

Fue bautizada por el cardenal Agostini, patriarca de Venecia. Así lo contó ella: "Recibí, con una alegría que solo los ángeles podrían describir, el santo bautismo, el 9 de enero de 1890. Me pusieron el nombre de Giuseppina, Margherita y Fortunata, que en árabe se interpreta Bakhita. Ese mismo día recibí la confirmación y la comunión".

Bakhita (léase "Bajita"), que significa "Afortunada", era el nombre que le había impuesto uno de sus secuestradores en 1876. No logró recordar jamás cuál era el que le habían dado sus padres. Cuando la raptaron tenía, según ella, nueve años. Los historiadores opinan que debían de ser menos, tal vez siete u ocho.

Giuseppina Bakhita nació en Olgossa, cerca del monte Agilerei, al nordeste de Nyala, la capital de Darfur meridional, en Sudán. Experimentó su primer gran sufrimiento cuando secuestraron a su hermana mayor. Después, la raptaron a ella, para venderla como esclava: primero, a un traficante; luego, a un mercader; después, a un militar turco; finalmente, a un agente consular italiano en Jartum.

El último comprador, el agente consular, se llamaba Callisto Legnani. A causa de la rebelión mahdista, prefirió regresar a Italia, y se llevó consigo a Bahkita. Ya en suelo patrio, la confío a los cuidados del matrimonio Augusto y Turina Michieli, que, al poco tiempo, tuvieron una hija, Alicia, a la que todos llamaban cariñosamente Mimmina. Bakhita fue su nodriza. Ambas llegaron a estar unidísimas en el afecto mutuo y juntas entraron en el Catecumenado de las "canossianas" en Venecia, con el fin de que Bakhita se preparara para recibir el bautismo.

En aquella casa de religiosas supo Bakhita en qué consistía la verdadera libertad. Allí le salió, por vez primera en su vida, el decir "¡No!" ante lo que le pedían que hiciese sin tener en cuenta cuáles eran sus verdaderos deseos. Y estos no eran otros que permanecer con las "canessianas" y entregarse, junto a ellas, a Dios: "Era el Señor quien me infundía tanta firmeza, porque quería hacerme toda suya", dejó consignado en su autobiografía. Falleció, el 8 de febrero de 1947, en Schio.

Las fuentes para conocer su vida son tres: un texto de treinta y un folios, que dictó, en 1910, a Margherita Bonotto; la biografía escrita por Ida Zanolini, que vio la luz en 1931 con el título "Storia meravigliosa"; y la recopilación de documentos y testimonios presentados ante la Santa Sede para la beatificación. Esta tuvo lugar el 17 de mayo de 1992; la canonización, el 1 de octubre de 2000.

Se ha escrito mucho acerca de ella. En España, Ediciones Sígueme acaba de publicar la traducción del libro de la actriz y escritora francesa Véronique Olmi: "Bakhita". La autora ha leído la treintena de páginas que contienen el relato que de su propia vida hizo la santa sudanesa y ha referido con un estilo breve, claro y profundo el universo de percepciones y sensaciones que inundaban el alma de esa grandísima figura que África ha dado a la humanidad y a la Iglesia, y que, aun con todo lo que la hicieron sufrir, decía: "Si encontrase a aquellos negreros que me secuestraron, y también a aquellos otros que me torturaron, me arrodillaría y les besaría las manos, porque, de no ser por ellos, no sería ahora ni cristiana ni religiosa".

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