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Sol y sombra

Simetrías

Está cargado de razón Arturo Pérez Reverte cuando dice que nadie que conozca la Historia de España tiene motivos para sentirse optimista. Nuestra Historia conduce forzosamente al pesimismo, para darse cuenta de ello no hace falta ni siquiera profundizar en los hechos solo echarle un vistazo por encima a los acontecimientos. Pérez Reverte ha puesto como ejemplo el desencanto galdosiano pero cualquiera que haga una lectura lúcida de lo que aquí ha sucedido desde que existen crónicas fidedignas tendrá elementos suficientes para darse cuenta de que el viento histórico de este país no hay optimismo que lo resista. Ha soplado con la misma fuerza y en la misma dirección desde hace décadas, siglos, como si se tratase de una maldición del destino. En los inicios y a mitad del XIX, durante la Restauración, a principios del XX, cualquiera de las encrucijadas nos lleva a una enfermedad, como dice Reverte, que solo podría curarse con la cultura. Y la cultura no es algo que interese a una mayoría, salvo a algunos para presumir. Y en ese caso se trata de una cultura urgente y desvaída, de solapa de libro y de pose. De farfolla indocumentada.

Lo que ocurre a todos los niveles no es algo que haya que atribuirlo sin más a la falta de liderazgo, o a los liderazgos indeseables, no es un fruto de un Rey, de un mal gobierno o de una invasión francesa, como explica Reverte, o de la corrupción: es el propio pueblo el que en determinados momentos decide tomar el camino equivocado o bien elige el abismo como solución a sus problemas. Sucede en la actualidad, pero definitivamente es nuestra historia enferma la que se repite reproduciendo fragmentos del pasado. Al destino le agradan las simetrías, decía Borges. Los tiempos de consenso y convivencia no abundan, el período desde el 78 con sus errores es una excepción, no la norma. Por eso nos empeñamos en destruirlo.

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