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Clave de sol

Navidades de antes y de ahora

La tentación de un consumismo más bien paganizante

Parece que Napoleón arengó a sus huestes en Egipto con éstas o parecidas palabras. "¡Soldados, desde la cumbre de esas pirámides cinco mil años nos contemplan!". Propuesta claramente metafórica y de intención estimulante, pero que viene al caso para sugerir a quien leyere un ejercicio de contemplación mucho más cercano en el tiempo. No cinco mil años, sino sólo cincuenta, poco más, nos "contemplaban" las Navidades de entonces, algo más sobrias y un poco más cristianas.

¿Mejores o peores? Según a quien la duda sea planteada. Va en gustos y en convicciones. Mi respuesta sería no comprometida porque la formularía a modo de cuestión: ¿aquellas Navidades de los años cincuenta eran más auténticas? Pregunto. Me inclino a creer que sí. No porque cualquier tiempo pasado sea mejor, sino porque mantenían su verdadero sentido espiritual sin dejar de ser festivo pero no paganizante.

Se trataba de una conmemoración de origen religioso. Pero, como dijo el clásico, todo lo muda el tiempo. Y ésta será la razón por la que hoy, sin dejar de ser una propuesta claramente cristiana, las festividades navideñas, unidas a las del cambio de año, tienen ya mucho de paganización. Para empezar, la Navidad se ha comercializado hasta el límite. No digo que el fenómeno sea en principio rechazable, sino por lo menos hipertrofiado.

Los hechos originales, para los creyentes, consisten en la conmemoración de un suceso singular como es la aparición de un histórico ser humano llamado, guste o no, a causar la mayor repercusión social de la historia. Que aquel acontecimiento de hace veinte siglos siga teniendo impacto en nuestros días ya puede ser motivo por lo menos de consideración.

Mediado el siglo anterior -por cierto, tan convulso- la clave en la que se solía poner el acento en la familia, en la escuela, en los templos, en la ciudad, en las celebraciones y en lo cultural era en lo específico del cristianismo y sus tradiciones. Es verdad que, como resultado de los convulsos hechos en los años treinta, hubo una reacción ciudadana también en torno a los ámbitos eclesiásticos. Los templos llenos, clérigos rehabilitados, masiva asistencia a los cultos? Aceptemos que no todo era auténtico.

Pero la Navidad que nos ocupa recuperaba tradiciones, costumbres y ritos: los belenes y sus concursos, exposiciones, conciertos, el aguinaldo, los platos típicos, la vacación, las celebraciones catequéticas? Poco o nada de Papá Noel, tan extranjerizante y comercial, Melchor, Gaspar y Baltasar con sus cabalgatas en total esplendor sin competencias extranjerizantes.

Hoy en gran medida ha sido desvirtuado todo esto por intereses comerciales tan propios de la época. También, por costumbres paganizantes y el galopante consumismo que nos afecta. Convengo en que no debemos rechazar de plano nuevas costumbres por el sólo hecho de "traer consigo mudanza de uso antiguo", como alegaban nuestros abuelos, pero hemos de reconocer que no todo lo nuevo ha de ser lo mejor.

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