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Latidos de Valdediós

Constructores de paz

Una educación basada en la competitividad y no en la entrega

Empiezo a escribir estas líneas tras haber celebrado el 1 de enero la Jornada Mundial de la Paz, y haber escuchado del Papa el mensaje que todos los años nos lanza pidiendo que construyamos la paz. Esa paz que muchas veces nos parece una quimera, una utopía, un imposible? y eso no es cierto; la paz es posible pero requiere esfuerzo y trabajo: "Bienaventurados los que trabajan por la paz?" ¡Hay que trabajarla! La paz no es fruto del azar, sino del trabajo de todos y? creo que ahí es donde estamos fallando.

El primer trabajo, el más urgente, es el de la educación. ¿Por qué no educamos a nuestros niños y jóvenes para la paz? Todos estamos consternados e indignados con los ataques terroristas que continuamente se están perpetrando, todo el mundo habla de paz, pero? ¿educamos para la paz? ¿trabajamos por la paz educando para la paz? Sinceramente: creo que no, sino que educamos para la competitividad, para acaparar éxitos y reconocimientos, no para el servicio? y estos son los principios de cualquier guerra.

No basta con guardar un minuto de silencio, condenar un atentado y decir a nuestros jóvenes que eso está mal, y que vulnera cualquier principio básico de convivencia. Eso? ya lo sabemos todos de sobra.

Somos incoherentes, y nos contradecimos, cuando condenamos la violencia y simultáneamente les educamos para conseguir el prestigio social y el rendimiento económico, para competir y ser más que los otros, para "abrirse camino", aunque sea a codazos y se nos olvida educar para la bondad, la paciencia, el cuidado especial a los más débiles? Cuando eduquemos para la gratuidad, para la entrega, para la ternura, para la sonrisa, la afabilidad y la servicialidad, para el amor y el respeto a toda vida humana sin excepción, estaremos educando para la paz y condenando la violencia no con palabras y discursos, sino con una manera concreta de vivir.

Mientras sigamos educando en marginar, aplastar, despreciar y no tener en cuenta a quien no piensa como yo? estamos educando para la guerra y para el odio. El odio es la forma más extrema de violencia y fuente inequívoca de muerte. El odio siempre es muerte, porque la persona que de verdad odia -no hablo de antipatía, sino de odio- está matando en su corazón al ser que odia.

Quizás sea el momento ya de replantearnos qué estamos sembrando en nuestra sociedad y dar un giro a los valores que durante mucho tiempo hemos procurado que tuvieran primacía: eficiencia, competitividad, prestigio, rentabilidad, productividad? y sobre todo la autorreferencialidad maquillada y disimulada con la "necesidad" de la autorrealización: yo, mi, me, conmigo? Egoísmo puro y duro.

Es hora de que eduquemos en el amor y el respeto a todos, independientemente de sus ideas o religiones, simplemente por su dignidad de seres humanos. Es importante que sembremos en el corazón de nuestros niños y jóvenes la mentalidad de la compasión y la misericordia, que nos dice que la fragilidad debe ser respetada y cuidada. El amor por lo más débiles, los más indefensos y los más necesitados es lo que de verdad hace grande a un ser humano. La entrega y servicio a todos, sin recortes, ni prejuicios, es lo que nos hace valiosos e importantes, lo que nos otorga el verdadero prestigio, no el de los títulos, la posición social y el dinero. Educar con humanidad y con amor, para servir y no para competir, es educar para la paz, es combatir la violencia en su raíz.

De lo contrario? si seguimos sembrando viento? seguiremos cosechando tempestades.

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