Igual que un grupo de afamados científicos vigila el minutero del reloj del fin del mundo, aquel que marca la hora del holocausto nuclear -que seguramente se ha aproximado unos segundos a la trágica medianoche tras la última andanada que enfrenta a Estados Unidos con Irán-, puede que ya haya fecha y hora para que Asturias baje de la mítica cifra del millón de habitantes. Somos "fabes contaes": a 19.993 paisanos del ascensor en descenso de las siete cifras mágicas.
La pirámide de población en Asturias más que de factura egipcia parece maya. Anda vuelta del revés y pende de un hilo porque falla la base, o sea, el número de nacimientos. Menos asturianos y más viejos, lo cual no supone un desdoro social si no fuera porque las pensiones serán cada vez más flacas y la sanidad más cara por el alargamiento de la vida.
Las cigüeñas han firmado un ERE y se han declarado en huelga zancuda. Han ahuecado el ala o andan de picos pardos, de festín en Cogersa. ¿Por quién doblan las campanas en esta región? Por las cigüeñas, que a la vista del cada vez más menguado número de natalicios han decidido abandonar los campanarios y se han establecido en las torretas del tendido eléctrico. ¿Cabe mejor forma de alumbramiento?
Antes los niños venían de París. Ahora los niños se van a Berlín, o a Londres, o a Oklahoma. Querido Jaime Izquierdo, comisionado para el Reto Demográfico en Asturias, esto tiene mal arreglo a menos que a la gente le dé por procrear ávidamente y se ponga a fabricar niños con el empeño con que se maya manzana para sidra. Verde y en botella... Un buen propósito para el nuevo año en esta región es hacer más el amor y menos la Pascua.