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La mirada femenina

Mirar el mundo desde el corazón

La necesaria búsqueda del centro personal para evitar contagiarse del ruido que nos envuelve

Una vez más perdí mi equilibrio. Y es que creo que la vida es un perder y recuperar constante. Vas pasando por distintas fases. En esta ocasión un trabajo artístico, no me extenderé en explicar de qué índole, me robó el centro y dejé de alimentarme bien y de practicar mis meditaciones y ejercicios.

Hay que tener cuidado con dejarse llevar solo por los sueños. Nunca deberíamos dejar de pisar tierra firme. Y luego llegaron las Navidades y un montón de extras en calorías y emociones. Y la familia que te quiere y critica a partes iguales y de pronto empecé a sentirme mal. Había perdido mi centro.

Así que para este año nuevo no pedí ningún deseo. Normalmente suelo hacerlo. En vez de tragar doce uvas como una poseída, solía escribir doce deseos en un papel. Luego guardaba el papel hasta el año siguiente. A veces lo perdía porque soy despistada y basta que guarde algo para que se pierda para siempre. Pero en cualquier caso nunca olvido lo que escribo.

En esta ocasión solo me propuse volver a casa. Ordenar mis cosas a la vez que mis pensamientos. Tomarme un tiempo para poder analizar todo lo sucedido y cómo seguiría en adelante. ¿Por qué el ruido del mundo me gana una y otra vez la batalla si me considero una persona afortunada y fuerte?

Ya en casa poniendo mis libros en la estantería recordé una película de 2010 dirigida por Ryan Murphy y protagonizada por Julia Roberts que me encantó: "Comer, rezar y amar".

La protagonista iniciaba un viaje espiritual después de un divorcio y de una separación para encontrarse a sí misma, para lograr perdonarse y hallar la palabra que la definía en la vida. Después de un año lleno de aventuras conseguía todas esas cosas y volvía a enamorarse.

Salí al mercado a comprar parmesano. Me encanta el parmesano y rara vez lo tomo. Y me entraron unas ganas locas de conocer Nápoles y de degustar su mejor pizza aun a riesgo de que no me volvieran a cerrar los pantalones. Pensé en volver a la India y en cuál era la palabra que me definía a mí en este momento. Cantautora, artista, madre... ¿Qué demonios soy?

En la película la Roberts no tenía hijos y puede seguir buscando. Tal vez yo también debería seguir buscando, pero no puedo. Debo permanecer aquí junto a mis hijos.

No puedo irme a Nápoles ni tampoco a la India. Debo hallar mi centro en Barcelona, entre convulsiones políticas y resistiéndome a todas esas informaciones catastróficas que nos hacen sentir tan y tan vulnerables; Irán, Australia, el inquietante acecho del cambio climático, la profunda impotencia de las muertes en el Mediterráneo, las voces de vanidosos y mediocres políticos, asesinatos de niños y violaciones en manada.

Así que hoy decidí volver a mi parque favorito a buscar ese espacio de silencio tan necesario y recuperar mi centro.

La sonrisa desde el corazón se utiliza mucho en las relajaciones yóguicas. Es puro agradecimiento. Sonreír como una niña y agradecerlo todo. Me recordé a mí misma que debía estar agradecida por muchas cosas.

Si nos contagiamos de todo lo que nos envuelve, el ruido del mundo nos ganará la batalla. Y no podemos permitirlo. Hay que estar presente, escuchar pero no desanimarse. Siempre hay algo bueno que podemos agradecer.

De hecho, estoy convencida de que muchos de nosotros somos y seremos la auténtica resistencia a un mundo que será cada vez más y más complejo. Y debemos protegernos para poder seguir haciendo muchas cosas buenas.

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